IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El impuesto a las energéticas y a la banca no beneficiará a esos que llaman «la gente»

Es un lugar común del discurso contra el Gobierno: ese viaje a Nueva York de Irene y su séquito de inclusivas en el Falcon de Sánchez. Como es otro lugar común el argumento defensivo de estas, que tacha ese discurso de simplista y basado en el odio. El problema que tiene esa defensa reside en que estamos ante un Gobierno que ha hecho del odio y del simplismo un programa político. Las propias medidas que ha anunciado Sánchez contra la inflación (ese impuesto especial a las energéticas y a los bancos) se nutren de un populismo fóbico y simplón «contra los que más tienen», contra el banquero gordinflón del puro y la chistera que llenaba las viñetas de ‘La Codorniz’, revista que dirigió, por cierto, durante todo el franquismo un falangista excombatiente de la División Azul. Da igual que esa iniciativa recaudatoria vaya dirigida exclusivamente a seguir pagando la fiesta del Ejecutivo de los 23. Da igual que de ese tributo no se vaya a beneficiar ningún miembro de ese mayoritario colectivo nacional al que ahora se ha puesto de moda llamar «la gente». Da igual que nunca haya existido un caso inflacionario que no se haya tenido que resolver con fuertes medidas de austeridad en las administraciones públicas. Todo eso da igual. Lo importante es ir contra el gordo de la chistera y el puro, aunque ya no exista ningún sujeto con ese aspecto regentando nada, ni la banca ni la más remota sucursal pueblerina de Burger King.

Los banqueros hoy van de paisano como los curas, y la tripa se la han quitado con el pádel. Ya ni fuman ni se dan atracones. En cuanto un bien se socializa y democratiza, como la carne o el tabaco, en cuanto pueden acceder a él los pobres, se inicia un infalible proceso de descrédito social y empieza a presentarse como perjudicial para la salud o para el buen gusto cuando no para la paz espiritual: ahí está el Papa Bergoglio con su último ‘speech’ vegano. En cuanto a la chistera, es algo que ya no se lleva ni en las bodas de los tertulianos de Telecinco. En realidad, chistera, lo que se dice chistera, solo le pega de verdad llevarla a Sánchez, aunque no la de banquero sino la de mago, repleta de conejos.

Cuando llegó la crisis de 2008, se habló mucho de acabar con las duplicidades y quintuplicidades: esos departamentos de la igualdad, la cultura, el deporte o el medio ambiente que se reproducían como plagas en ministerios, gobiernos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos. No se hizo nada y hoy se suman a ellos los de inclusividad. Para subvencionar esa multiplicidad de chiringuitos y el Falcon que usa Irene como si fuera el yate de su padre va a perseguir Sánchez al tipo de la chistera y el puro que solo existe en su imaginario de tebeo.