Tonia Etxarri, EL CORREO, 10/9/12
El País Vasco encara su campaña electoral con dos crisis: la económica y la derivada de las heridas del terrorismo, necesarias de restañar
Con la crisis económica, que se ha llevado por delante a gobiernos tan ideológicamente dispares como los de Sarkozy y Papademos o Berlusconi y Zapatero, y el marcaje del territorio que están trazando los nacionalistas, los partidos de proyección nacional han detectado un estado depresivo entre los ciudadanos que les votan. Toman nota ante la alarma de que buena parte del electorado esté a punto de tirar la toalla, persuadido de que «no hay nada que hacer», y dan una vuelta de tuerca a sus estrategias recordando que no hay nada escrito hasta el 21 de octubre. En esas coordenadas se mueven, en Euskadi, tanto el partido socialista como el Partido Popular y UPyD.
Patxi López, diciendo que compite para ganar. Basagoiti, queriendo enarbolar la bandera contra el nacionalismo. Y UPyD, enseñando su amplio margen de exclusión en las alianzas. Pero en Euskadi hay otra crisis sin resolver. Además de la anulación de las pagas extra, la subida del IVA y el incremento del paro, en Euskadi queda pendiente restañar las heridas después de tantos años de terrorismo. Y esa tarea no se puede dejar en manos de un tándem PNV-Bildu. Por eso, tanto socialistas como populares y UPyD tendrán que recurrir a la memoria del archivo para combatir la inercia.
Pero en lo que están centrados es en la capacidad de influir en la configuración del nuevo Gobierno vasco. Porque la tendencia que van marcando los sondeos es tan favorable al PNV y a EH Bildu, que los beneficiados no se molestan en aportar grandes novedades en sus propuestas iniciales. Iñigo Urkullu, desde el PNV, hablando de reactivación económica y generación de empleo. Suena bien. Es la misma partitura que interpretaba Rajoy cuando estaba en la oposición. El problema aparece cuando hay que ponerle música, y no ya desde la oposición sino desde el Gobierno. Porque el mismo presidente Rajoy, en su última comparecencia con Angela Merkel, hablaba de esas mismas intenciones: creación de empleo, a pesar de los recortes. Y sigue sin encontrar el hilo de Ariadna que le ayude a salir de este laberinto. En el proyecto político, sin embargo, el rumbo de Urkullu sigue la estela de su antecesor Ibarretxe, porque su idea de proponer un nuevo estatus político, que corte amarras con España que es un «lastre», volverá a rescatar el debate identitario felizmente dormido en estos últimos tres años.
Son muchas las coincidencias que el PNV tiene con EH Bildu (su candidata, Laura Mintegi, solo ha dicho generalidades en su propuesta económica, como que quiere modelos nuevos) en el objetivo político. Las dos formaciones defienden un Estado independiente dentro de Europa. Un ‘Basque Country’ de referencia. Pero es la falta de credibilidad sobre la conversión a la democracia, por parte de los herederos de Batasuna, la que frena al PNV a la hora de establecer, de entrada, una coincidencia de intereses en esta carrera electoral.
En lo que coinciden los socialistas, populares y UPyD, sin embargo, es en la convicción de que si el PNV lo necesita para formar gobierno, Urkullu pediría ayuda a la izquierda abertzale. Y entre las dos fuerzas nacionalistas el cambio de mayorías en el Parlamento vasco experimentaría un considerable vuelco hacia la radicalización.
En lo que queda de recorrido electoral, y aunque no se produzca ni un movimiento más en relación con la lista de presos de ETA enfermos que exhibe la izquierda abertzale en sus movilizaciones, la sombra de las críticas de los propios por la actuación del Ministerio del Interior en el ‘caso Bolinaga’, le va a perseguir a Basagoiti durante toda la campaña. Las reflexiones que ayer trasladó el obispo de San Sebastián, Munilla, criticando a quienes están haciendo de la excarcelación de presos de ETA enfermos «un instrumento de reivindicación política sin condenar los atentados», le supuso un aval a las posiciones que viene manteniendo el candidato popular, que se mueve en su delgada línea de alambre. Los equilibrios en política no suelen durar mucho tiempo. Los electores del PP entienden cuando el diputado general de Álava, Javier de Andrés, dice que si gana el PNV habrá más crispación y que la propuesta de Urkullu de crear un nuevo estatus político provocará «un cristo» en Euskadi. Pero si, a renglón seguido, su secretario general, Iñaki Oyarzábal, declara que, si tercia en el Parlamento vasco, el PP estaría dispuesto a tender una mano al PNV para que Bildu no decida, el desconcierto es mayúsculo.
A los socialistas no les espera un panorama mas halagüeño para animar a su electorado porque en sus filas se ha palpado la decepción, que es lo peor que le puede esperar a un candidato. Patxi López consiguió desactivar los debates identitarios que habían generado tanta confrontación en los tiempos de Ibarretxe. Pero sus votantes creyeron en el cambio con mayúsculas que no se ha producido. Quizá por eso va a marcar especial acento en la idea de que los socialistas necesitan gobernar cuatro años mas para normalizar Euskadi. Mientras, Urkullu pretende, como hicieron sus mayores, desactivar los debates ‘cara a cara’ en televisión. Se atreve a cuatro. Pero eso es una tertulia. Los auténticos debates, y los que reclama la opinión pública son entre dos. Rehuir esta fórmula es pretender adormecer la campaña.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 10/9/12