- Con esta llamada cultura de la cancelación estamos ante un mal de nuestro tiempo que socava los fundamentos de la democracia
«¿Que enorme responsabilidad para un periodista averiguar las informaciones, seleccionarlas con imparcialidad y hacerlas de nuestro conocimiento, evitando tener que obedecer a posiciones ideológicas, evitando imponer etiquetas preestablecidas a hechos y personas?».
Este párrafo sobre la ética en la comunicación -entrecomillado como habrán advertido – podría ser atribuido a un filósofo, un jurista, un pensador. Pero las pronunció Plácido Domingo esta semana al serle otorgado el Premio de la veterana Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera (ACPE), en el apartado de Cultura. Plácido, como sabemos, no solo es el gran tenor de estos últimos decenios, sino también un referente moral por su desvelo en promocionar cantantes de las generaciones más jóvenes que la suya y por su gran profesionalidad, por creer que su música no solo nos proporciona placer estético, sino que nos hace mejores personas.
Por tanto el premio es más que merecido y, además, es también significativo porque en los dos últimos años el tenor ha sido objeto de una infame campaña de desprestigio que, afortunadamente, no ha conseguido los fines que pretendía pero a la que siguen haciendo caso, especialmente en España, algunos estamentos oficiales. Recientemente, poco antes del verano, fue lamentable el rechazo de la Junta de Extremadura bajo su patrocinio, por fortuna corregido inmediatamente por profesionales de la música de aquellas tierras que no quisieron sumarse a las instrucciones, explícitas o tácitas, del aparentemente manso y anónimo rebaño de lo políticamente correcto.
En todo caso, el maestro no cesa de actuar por toda Europa, especialmente en Italia y Austria, la semana próxima participará en el aniversario-homenaje que se celebrará en Moscú a la gran soprano Anna Netrebko y el día 25 en el Teatro Antiguo de Mérida. Precisamente, por encontrarse actuando en Belgrado, no pudo asistir presencialmente a la entrega del premio de la ACPS, lo hizo telemáticamente y, entre recuerdos y muestras de agradecimientos, pronunció las palabras transcritas al principio del artículo.
Algunos en nuestro país están en un momento de gran confusión y desconcierto, tanto intelectual como moral, cobardemente acomplejado.
No sé para cuando está prevista – porque imagino está prevista – la actuación de Plácido en el Teatro Real de Madrid, tras su emocionante actuación la primavera pasada en el Auditorio. Pero solo cuando esto suceda la reparación que se le debe en España se habrá completado. En Belgrado le recibieron la semana pasada el ministro de Cultura y el alcalde de la ciudad, aquí la Junta de Extremadura le desconvoca un concierto. Algunos en nuestro país están en un momento de gran confusión y desconcierto, tanto intelectual como moral, cobardemente acomplejados.
A todo ello se refirió el presidente actual de la ACPS en la entrega de los premios esta semana. Tras afirmar que el premio a Plácido Domingo fue otorgado por unanimidad del jurado, a pesar de ciertas presiones para que no le fuera concedido, tuvo unas palabras para reflexionar sobre los nuevos peligros que se ciernen en la actualidad a la libertad de expresión. Hay que advertir que el presidente de la ACPS, el canadiense Bertrand de la Grange, es un periodista de larga y prestigiosa trayectoria, antiguo corresponsal de Le Monde en México, colaborador de El País y de la revista mensual Letras Libres, entre otros medios. Pues bien, La Grange aprovechó la ocasión para entrar a fondo en un grave problema con el que se enfrenta hoy la información:
«Es difícil – dijo – parar una campaña mediática en estos tiempos de intolerancia y de la llamada ‘cultura de la cancelación’, que no es otra cosa que la censura y el veto. Antes eran los estados totalitarios los que limitaban la libertad de expresión, hoy se encargan algunos sectores de la sociedad civil que se creen dueños de la verdad, sortean la presunción de inocencia y destrozan reputaciones, valiéndose de las redes sociales y de la complicidad de algunos medios. Como periodistas no podemos aceptarlo y quizás el año que viene debamos crear un premio especial contra la censura».
La cultura (sic) de la cancelación es una forma de boicotear en las redes sociales a personajes públicos, grupos y asociaciones o ideas de cualquier tipo, mediante constantes mentiras y falsedades, nunca probadas, con el objetivo de crear miedo en la sociedad y que nadie se atreva a defenderlas. Como dijo La Grange, es una forma censura y de veto, es una manera de ser totalitario aunque se presuma de estar en el lado contrario.
La cultura (sic) de la cancelación es una forma de boicotear en las redes a personajes públicos, grupos y asociaciones o ideas de cualquier tipo
No está desconectada de esta cultura de la cancelación el asunto del falso atacado en un portal de Malasaña, en Madrid. Para justificar ante su pareja ciertas prácticas sexuales que le quería ocultar, decidió inventarse una historia llena de mentiras, pero que serían secundadas en las redes sociales y nadie dudaría de ellas.
El pobre muchacho se equivocó, pero no porque las redes sociales no le creyeran de inmediato, hasta le creyeron el Presidente del Gobierno y el Ministro de Interior, y tantos otros, entre ellos yo, aunque la verdad presté muy poca atención a esta sórdida noticia. El error del chico fue no haber calculado bien que la policía está especializada en buscar pruebas porque en un Estado de Derecho sin pruebas no se puede acusar a nadie. En este caso no encontró ninguna mínimamente sólida hasta que el desgraciado joven, en un interrogatorio, se desmoronó moralmente y decidió confesar que todo era mentira. Un caso terrible y patético a la vez.
Ya me gustaría que muchos de quienes sin base alguna efectúan denuncias falsas en las redes sociales también se desmoronasen. Con esta llamada cultura de la cancelación estamos ante un mal de nuestro tiempo que socava los fundamentos de la democracia, impone una nueva forma de censura que bien merece, para combatirla, un Premio especial el año próximo de la Asociación de Periodistas y Corresponsales Extranjeros.