HERMANN TERTSCH, ABC 15/01/13
El islamismo quiere crear un estado talibán, un Afganistán, a dos horas de vuelo, en la frontera de nuestros vecinos.
Nada hay peor que una guerra», me dice rotundo un interlocutor en la red. Se había sumado a otro que me reprochaba abiertamente «lo mucho que a ti te gustan las guerras». Más allá del maldito tuteo en la red, más ofensivo que mucho insulto, era la acusación más directa de «belicista» por manifestarme partidario la intervención militar francesa, ya internacional, en Mali. Da igual decir lo que es obvio. Que no me gustan las guerras y que sé lo que son, porque las he vivido. Soy el «belicista ideal» a insultar. Hace tres años, unos miserables hicieron un montaje en un programa de televisión en el que me hacían decir lo que yo jamás había dicho: que quería matar a terroristas y musulmanes.
Fue inútil ir a los tribunales. A los jueces aquí les pareció bien el montaje. Les pareció imposible lo que a muchos nos parecía probable: que algún fanático, que no conociera el humor de esta gentuza, tomara en serio lo que veía y oía: que yo anunciaba mi deseo de matar a terroristas islamistas. Y decidiera actuar contra mí. Los jueces dijeron que era una broma y de paso evitaron el riesgo de enfadar a los difamadores. No la fueran a tomar con ellos. El miedo, hasta a la mínima molestia, es casi tan pujante en este país como la envidia. Pero estas jaurías izquierdistas no son la única causa por la que es difícil encontrar un apoyo explícito a la intervención militar francesa en Mali. Por mucho que advierta el Rey en la Pascua Militar de que la seguridad tiene un precio, vivimos en un país sin cultura de defensa. Sin cultura de la historia. Sin cultura de la geografía. Sin cultura a secas.
En el que los lemas de baratija ideológica, la sentimentalidad y el infantilismo ahogan de raíz cualquier debate que merezca tal nombre. No vamos a ridiculizar al buen hombre que acude con el «Nada hay peor que una guerra». Que lo hay. La tiranía eterna. Porque ignora, como casi todos, lo que la historia revela de la paz de los cementerios y crematorios en la que los esclavizados agonizantes rezan porque llegue la guerra a liberarlos. Donde seres humanos en el horror absoluto claman por la fuerza militar contra sus verdugos. A imponer justicia y paz. En libertad. Cuántas veces seres humanos han deseado una acción militar para poner fin al terror y la barbarie. Desesperadamente. Como se desea la llegada de la Policía cuando están violando o torturando a tu familia.
Nadie sale a explicar que en 15 años el fanatismo salafista se ha fortalecido en el Magreb hasta dar el salto a la ocupación de todo un territorio, la mitad del inmenso país que es Mali. Que sus victorias militares allí le dan prestigio en todo el mundo musulmán. Y que su poder en el África negra no deja de crecer por medio del terror. Que matan cristianos en Nigeria y amenazan a las misiones. Que cortan manos y pies. Que la mujer se convierte en ganado. Que se destruyen monumentos, templos, cultura. El islamismo quiere crear un estado talibán, un Afganistán, a dos horas de vuelo, en la frontera de nuestros vecinos.
Nuestro Gobierno ha sido rápido en su correcta reacción de apoyo a París. Pero la grotesca subcultura del aislacionismo e izquierdismo hace estragos en la opinión pública. La ceguera de los indolentes es tan inmoral como una rendición preventiva. En Europa, hasta los Verdes alemanes reconocen ahora el peligro. Francia es la primera que ve agredidos sus intereses. Pero bajo amenaza inminente están los de todos nosotros.
HERMANN TERTSCH, ABC 15/01/13