JUAN CARLOS VILORIA-El Correo

En su reciente libro ‘Bilan de faillite’, una especie de testamento vital-ideológico, Régis Debray, uno de los grandes popes de la izquierda europea confiesa su sentimiento de fracaso individual y generacional. Es revelador porque el escritor-filósofo, agitador, aventurero de la revolución, ha atravesado todas las etapas del socialismo: desde el asalto al poder con sus amigos Fidel Castro y Che Guevara hasta integrarse en el Gobierno de Mitterrand cuando naufragó el intento de socialismo burgués en Francia. Su balance, cincuenta años después, tanto individual como generacional es desolador: «No hemos podido cambiar nada». En su momento Debray ya hizo la crítica de la revolución de los barbudos (por sus métodos violentos) y se «arrepintió» de haberse dejado seducir por los movimientos guerrilleros. Pero, como integrante de la izquierda exquisita y ‘enfant terrible’ de la intelectualidad francesa, se acomodó en su permanente insatisfacción dentro de una Europa que, a su juicio, se ha convertido en un espacio ‘archiliberal’ en parte como herencia de la nueva burguesía surgida de mayo del 68. Régis Debray no fue sesentayochista, así que se permite el lujo de poner a caldo a los Cohn-Bendit y compañía: «Un bonito paso para los protagonistas, un paso atrás para el colectivo». En un pensamiento que bordea la melancolía, Debray tiene lucidez para hacer un par de diagnósticos certeros sobre política y porvenir. Quien fue un fervoroso monje del socialismo dice en su ocaso que hay que huir de los ‘ismos’. «¿Conocemos algunos ‘ismos’ que no hayan descarrilado cuando llegaron al poder: liberalismo, socialismo, sionismo, nacionalismo?» (Olvida populismo). Muy condicionado por su experiencia (Cuba, Bolivia, Chile), el ex-marxista (sección Althusser), sostiene que el problema, el error de los «grandes líderes» en la fase de asalto al poder, pero fracasados en el Gobierno, es «la elección de los medios». Aunque no precisa a qué medios se refiere, Debray deja entrever la contraposición entre los ‘ismos’ y la democracia. Como dice en su último libro Andoni Unzalu (Conversaciones con un nacionalista), «unir la palabra democracia a sus posiciones es muy nacionalista». Pero concluye: «Y un arma letal; si no estás de acuerdo con ellos, automáticamente dejas de ser demócrata». En esa instrumentalización de la democracia al servicio de ideas totalitarias, sectarias, separatistas, supremacistas está la raíz del fracaso de tanto proyecto mesiánico como se viene experimentando entre siglos. La diversidad, la libertad de elegir, la pluralidad son requisitos que forman el ADN de la democracia y los que más peligro corren cuando los ‘ismos’ ocupan el poder. La mundialización está generando dos fenómenos: el indigenismo identitario (Cataluña) y las soluciones simples a problemas complejos (populismo). Y ambos son amenazas serias para la democrac