Teodoro León Gross-ABC
- El sanchismo ha optado por quemar las naves de la confianza en el sistema
Desde «el lado correcto de la Historia», como proclaman campanudamente, en el sanchismo denuncian un proceso generalizado de guerra sucia en los tribunales españoles contra la mayoría progresista. Ya no callan el ‘lawfare’. Por supuesto, en los foros institucionales declaran cínicamente su respeto por las decisiones judiciales, pero en el congreso del partido se declaran víctimas de una «cacería humana». Nada nuevo. En Moncloa cada martes, y en el Congreso cada miércoles, van modulando ese imaginario. Su secretario de Organización ha enfatizado, en el máximo órgano, la confabulación mediático-judicial. Sus periodistas de cámara ya firmaron un manifiesto sobre este golpismo judicial y mediático. De 1º de Populismo. Como anota Gideon Rachman en su celebrado ensayo ‘La era de los líderes autoritarios. Cómo el culto a la personalidad amenaza la democracia en el mundo’, jueces y medios son sus dianas favoritas. Como los Kaczynski o Trump, como Orbán o Bolsonaro, lo hace el sanchismo a carajo sacado, día tras día.
A Sánchez se le ha atragantado no poder parar los pies al juez que investiga a su mujer ni siquiera con la Abogacía del Estado, o no haber podido dar carta blanca a su fiscal general sin estar sometido a la ley y sin que se revocasen sus nombramientos, o no poder aplicar la amnistía por decreto… Y suma y sigue. Si el Poder Legislativo le sobra a Sánchez por confesión propia, el Poder Judicial le hastía. La próxima semana pasará por los tribunales Ábalos, su querido lugarteniente de 2018, y le seguirán, antes de Navidad, el admirado Koldo, al que elogiaba en su ‘Manual de resistencia’; su mujer, por la que rompió relaciones diplomáticas con Argentina, o la asesora de Moncloa al servicio de sus negocios privados, presionando a empresas participadas por el Estado… Naturalmente, ante esto, hay un recurso infalible: llamar facha al juez de turno. A falta de otro argumento, no hay recurso mejor: ¡facha! Un grito que es una patente de corso.
El sanchismo, en su huida hacia adelante, ha optado por quemar las naves de la confianza en el sistema. Antes desacreditar al poder judicial que asumir la acción de la Justicia. Cuando le compraron el relato del ‘lawfare’ a Puigdemont, parecían aún abochornados, pero a estas alturas incluso sus intelectuales de cabecera, como Sánchez-Cuenca, teorizan por la calle de enmedio. No cuestionan sentencias técnicamente, sino a los jueces ideológicamente. Y desde las redes se emprenden linchamientos. Incluso si cinco magistrados con acreditada formación y solvencia técnica toman una decisión unánime en el Supremo… apenas en unos minutos se llena Twitter de antorchas contra el Mal pidiendo la picota. Y el problema no es que Santos Cerdán sea titulado de FP en Electrónica; ahí están los Pallines. Es algo más grave: creen que sus ideas, en «el lado correcto de la Historia», están por encima de la ley y refutan todo control judicial… al grito infalible de ¡fachas!