José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
La precaria mayoría de la censura seguirá cohesionada mientras siga en activo el expresidente
Un elemental principio periodístico de buen estilo exige no hacer leña del árbol caído. Rajoy ha sido tumbado por una moción de censura de manera inédita como respuesta a un estilo de gobierno muy negativo sobre el que personas de su propio ámbito ideológico han venido advirtiendo inútilmente. En casi cuarenta años de democracia es el primer presidente que resulta expulsado así del Gobierno. Él y sus políticas han logrado aglutinar a 180 escaños de los 350 del Congreso. Podríamos sumar, incluso, a los 32 de Ciudadanos que deseaban la dimisión del gallego, aunque no descabalgarle de esa manera de su cargo. Las razones por las que Rajoy ha conseguido que se pongan de acuerdo contra él grupos tan diferentes nos deben remitir a una observación retrospectiva que no es el mejor momento para elaborar.
Es mucho más importante el futuro del PP, que no debería pasar por la figura de Mariano Rajoy. Su herencia han de aceptarla los que le sucedan a beneficio de inventario, esto es, tendrán que pagar las deudas que deja el Gobierno popular en esta XII legislatura, pero hasta donde les corresponda en una razonable solidaridad. Los populares tienen ahora una tarea interna y otra externa. La primera les requiere a una suerte de refundación. Están solos, con un electorado envejecido y decreciente, con escasos resortes de poder y con un banquillo de dirigentes diezmado por unos años en los que Rajoy y su equipo han dejado la organización como un erial. La segunda tarea consiste en definir un rumbo y redactar un relato de recuperación desde la oposición a un gobierno de Pedro Sánchez que ha nacido reactivo y no proactivo.
El expresidente es un político con mucho fondo; maratoniano; resistente; correoso y experimentado
Volvemos a la historia ya sabida: la gangrena no tiene cura y hay que amputar el miembro enfermo como única terapia. En el PP la curación no requiere de un tratamiento solo sintomático, sino de fondo. El partido no padece una gripe sino una tumoración cancerígena que ha asaltado al paciente con las defensas bajas y escasísimos recursos. En tanto Rajoy siga en la organización el elefante estará en la habitación. El expresidente es un político con mucho fondo; maratoniano; resistente; correoso y experimentado. Puede tener la tentación de mantenerse en la vida activa. Si lo hace, el PP corre el riesgo de que su figura siga siendo la argamasa de una mayoría tan circunstancial como la que ayer hizo a Pedro Sánchez presiente del Gobierno, no por sus méritos, sino por los deméritos de su predecesor.
Hasta es dudoso que el secretario general del PSOE desease ganar la moción. Le pidió la dimisión el jueves de manera directa y nítida para que «decayese» la censura. Porque si es ingrato para Rajoy salir despedido, no es tampoco confortable para Sánchez resultar investido por reacción contra su predecesor. Rajoy en activo, Rajoy en el escaño, Rajoy presidente del PP, Rajoy líder de la oposición, sería el mejor regalo para la nueva y precaria mayoría gubernamental y óptimo para Ciudadanos. Ni él ni el PP deberían caer en esa trampa.
Si este ex Gobierno —que ha dirigido también el partido— pretende seguir siéndolo en la sombra, sin renovar la organización a costa de sangre, sudor y lágrimas, tendremos Sánchez para mucho tiempo. Si, por el contrario, se sanea el partido en nombres y comportamientos y se marca una buena ruta en la labor de oposición, la mayoría que ha apoyado la censura terminará clamando: «contra Rajoy vivíamos mejor». De eso se trata. De superar la etapa de Rajoy —aceptando solidariamente las responsabilidades históricas y capitalizando los aciertos que se hayan logrado— y volver a comenzar. Bill Gates aconseja frecuentemente que más que del éxito, las lecciones deben extraerse de los fracasos.