IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

Todos los cálculos -los públicos desde luego, pero también los privados- apuntaban a que el 2021 iba a ser el año de la recuperación. No lo tenían difícil dada la hondura alcanzada por la crisis el pasado ejercicio. Pero vino la tercera ola y truncó las esperanzas, al prolongar los confinamientos. No conocemos el dato del PIB, pero ayer la EPA completó los del empleo a lo largo del primer trimestre. La situación es muy mala. Perdimos ocupados y, además, se redujeron los parados. La aparente contradicción se explica porque hubo un gran incremento del capítulo de los ‘desanimados’, que está formado por todas esas personas que ni trabajan ni manifiestan interés por buscar un trabajo, al sentirse incapaces de superar las dificultades que existen para encontrarlo. Las estadísticas les excluyen de la población activa y eso hace posible que disminuya la contratación y, a la vez, se reduzca el paro, si los nuevos ‘desanimados’ superan a los recién parados. A pesar de ello, el presidente Sánchez se atrevió a calificar la bajada del paro como un signo de recuperación vigorosa. O es un indocumentado o cree que somos tontos. Quizás las dos cosas…

Se lo traduzco en cifras. En el primer trimestre destruimos 137.500 empleos y la tasa de paro bajó al 15,98% debido a que hubo 65.800 personas más que salieron de la población activa. El triste resumen del mercado laboral español de hoy en día es que trabajamos pocos y son pocos los que quieren trabajar. Ya solo nos falta que triunfen quienes proponen incrementar la rigidez de la legislación y aumentar el poder de los sindicatos. Es como invitar a una tarta de chocolate con nata a un diabético.

La situación no es homogénea en el país. La evolución es mucho mejor en Madrid, en donde Isabel Díaz Ayuso recibió ayer un buen empujón a su campaña. La tesis de la oposición, que acusa a su relajo en el confinamiento de un supuesto desastre sanitario sin reflejo positivo en la economía, se viene abajo aplastada por las estadísticas. La economía madrileña sigue en cabeza de la creación de empleo y, por ejemplo, en el País Vasco, en donde se imponen mayores restricciones a la movilidad, se registran a la vez peores datos sanitarios y un mayor desplome del empleo, con 18.700 ocupados menos. Deberíamos pensar qué es lo que estamos haciendo mal, sobre todo porque el lehendakari pide otro mes más de estado de alarma, con sus perniciosas restricciones a la movilidad.

Total, que la prolongación de la pandemia mantiene la alerta sanitaria y obliga a prolongar los confinamientos, lo que impide el crecimiento y corroe al empleo. Y eso nos conduce a mayores déficits públicos. Todo ello en medio de una situación política tan crispada como estéril. Si de esta no aprendemos…