Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 30/11/11
Rajoy tiene su propia línea de acción y no está dispuesto a cambiarla por presiones externas
Uno de los elogios más relevantes que pueden hacerse de un dirigente político es decir que tiene una gran habilidad para el control de los tiempos. Saber cuándo hay que tomar una decisión o cuándo hay que retrasarla, cuándo hay que poner un asunto sobre la mesa o cuándo conviene esperar. Implica el control de la agenda pública y saber elegir el momento más oportuno para sacar adelante las iniciativas propias.
A menudo al presidente saliente se le ha presentado como un maestro en el control de los tiempos, como un estratega hábil que ha sabido aprovechar las oportunidades para hacerse con el poder y administrarlo. Algo de eso debió de tener Zapatero para llegar hasta la secretaría general del PSOE siendo un diputado poco conocido afiliado a una federación socialista sin gran peso. Pero si alguna vez José Luis Rodríguez Zapatero poseyó esa cualidad, la perdió en la etapa final de su mandato. Las decisiones tomadas sobre los plazos de las elecciones generales son la mejor constatación de los errores cometidos. Desde que anunció el adelanto electoral hasta la cita con las urnas pasaron muchos meses que no han beneficiado a nadie. Ni al país, porque han dejado al gobierno saliente en situación de interinidad durante demasiado tiempo. Ni al PSOE, porque llegó al 20-N peor de lo que estaba en verano.
Los cálculos que se hicieron sobre las ventajas que podría lograr el PSOE si en el otoño había mejorías coyunturales de la economía se revelaron equivocados y en lugar de mejoras hubo un deterioro de la situación. Pero, aunque hubiera habido algún brote verde, difícilmente hubiera cambiado la percepción generalizada de unos electores que estaban decepcionados con los socialistas desde muchos meses antes.
Los errores sobre el manejo del tiempo preelectoral repercuten ahora sobre el vencedor de los comicios. Mariano Rajoy no tiene el poder de firmar en el BOE y no lo tendrá hasta dentro de unas semanas, pero desde la noche del 20-N está siendo sometido a presiones para que durante el tiempo de espera haga gestos que contribuyan a frenar el deterioro de la situación económica. Se espera el milagro de unas palabras o unos anuncios del líder del PP para calmar a unos mercados a los que no ha sido posible calmar con las políticas restrictivas y los ajustes puestos en marcha en los últimos dos años.
En las dos últimas campañas electorales, Rajoy demostró su voluntad de no dejar que nadie le marque la agenda. No se salió del guión que se había trazado y no le ha ido nada mal. Ahora también, en este tiempo de espera hasta que sea elegido presidente y obtenga con el cargo la capacidad de tomar decisiones ejecutivas, está transmitiendo el mensaje de que tiene su propia línea de acción y no está dispuesto a cambiarla. Está aplicando su propio control de tiempos en esta situación tan complicada.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 30/11/11