El Correo-CONSUELO ORDÓÑEZ Presidenta de Covite

El entorno de ETA sigue empeñado en desalojar del espacio público a las víctimas del terrorismo que reclamamos justicia y en presentarnos como un estorbo para la paz. Lo comprobé en Tolosa el sábado pasado. Los justificadores de la trayectoria criminal de ETA protagonizaron un acto público en el que exigían el regreso y la impunidad para los terroristas de ETA prófugos de la Justicia. Cuando aparecimos tres víctimas en la plaza de la Alhóndiga de Tolosa, se nos intentó echar a empujones a los gritos de «Faxistak kanpora!» y de «Jo ta ke irabazi arte». Desde la óptica de los radicales, estábamos haciendo algo tan ofensivo como reivindicar nuestro legítimo derecho a la justicia.

Este patrón de comportamiento no es nuevo, se repite desde hace cincuenta años: el tiempo que ETA lleva tratando de imponer su proyecto político totalitario y excluyente en las sociedades vasca y navarra. A las víctimas del terrorismo nos asesinaron, hirieron, secuestraron, amenazaron, extorsionaron o expulsaron de nuestra tierra. Ahora nos culpan de no saber estar en nuestro sitio y de reclamar lo que no debemos. ¿Debemos permanecer en silencio, escondidas en un rincón, procurando no molestar a quienes tienen las manos manchadas de la sangre de nuestros familiares, amigos y vecinos? Según quienes son incapaces de condenar la trayectoria criminal de ETA, nuestra voz entorpece la paz. Nunca les gustó la polifonía ni la pluralidad. Al igual que ocurría en los viejos tiempos, en los nuevos solo quieren que se escuche un sonido: el de sus gritos de odio.

Nos alegramos de que los pistoleros hayan depuesto las armas. ¿Cómo no hacerlo? Pero eso no significa que el entorno de la banda terrorista haya renegado de sus ideas. El verdadero impedimento para la normalidad democrática de la sociedad vasca sigue siendo la legitimación de ETA y quienes provocaron las víctimas y no están dispuestos a reconocer el carácter totalitario de sus acciones criminales. ETA debe desaparecer por completo del espacio público del País Vasco y de Navarra para que haya una verdadera convivencia pacífica.

Escribía Joseba Arregi hace poco que estamos dejando atrás la historia de terror de ETA de la peor manera posible: no queriendo ver la gravedad de lo que implica asesinar por razones políticas y no habiendo sabido comprender y defender los derechos de las víctimas de dignidad, justicia, memoria y verdad. Es muy peligroso obviar que la violencia que ejerció ETA tuvo índole política. Sus atentados no se debieron al azar. No fueron accidentes de tráfico. La violencia de ETA ocurrió porque hubo personas concretas, con nombre y apellidos, que decidieron que ocurriera. Y eligieron a quienes tenía que hacer daño la banda terrorista. La desactivación de las siglas de ETA no implica que hayan desaparecido ni los autores intelectuales de las campañas terroristas ni su objetivo político. Todo lo contrario: se sigue impulsando el mismo proyecto antidemocrático, solo que por otros medios.

Por tanto, si queremos establecer unos mínimos para una convivencia pacífica de verdad, debemos exigir al entorno de ETA que asuma su responsabilidad criminal y que condene no solo sus atentados individuales, sino todo lo que ha sido –y todavía es– ETA: una estrategia criminal colectiva enemiga de la democracia y de los derechos humanos. Los terroristas deben renegar de haber formado parte de ella y de haber contribuido a atentar contra la democracia de nuestro país. Es fundamental deslegitimar a ETA para conseguir que quienes justifican su trayectoria criminal desde las instituciones y están haciendo política gracias a ella dejen de hacerlo. Es intolerable que sigan pensando que asesinar a nuestros familiares sirvió para algo.