Santiago González, EL MUNDO, 9/6/12
Desde que la crisis empezó a dejar caer sobre nuestro vocabulario la palabra copago, un suponer, vivo sin vivir en mí. Yo, que soy un gran cliente de las farmacias, tanto con receta de mi médico como por propia iniciativa, sé de qué hablo. Cuando voy con receta, mi farmacéutica, con la que voy trabando una hermosa amistad a base de reincidir, me cobra el 40% del precio del medicamento, y eso que aún faltan tres semanas para que entre en vigor el decreto del Gobierno, al que la oposición acusa de introducir el copago.
Ayer se produjo un lance curioso a cuenta del copago en el Parlamento vasco. Recordarán los lectores cómo el lehendakari, Patxi López, había anunciado hace poco más de un mes su intención de llevar los recortes de Mariano Rajoy al Tribunal Constitucional. Fue la gota de agua que llevó a Antonio Basagoiti a denunciar el pacto por el que los populares sustentaban con sus trece votos el Gobierno de López.
El lehendakari explicó que no pensaba aplicar el decreto de recortes en Sanidad y Educación, sin caer en la cuenta de que su negativa producía un grave perjuicio comparativo a parte de la población vasca, concretamente a los perceptores de la renta básica y los parados de larga duración que hubieran dejado de percibir la prestación por desempleo.
Resulta que el decreto del Gobierno no instala el copago. Lo encarece en su conjunto para los usuarios, pero socialdemócrata al fin, el Gobierno del PP ha reformado el asunto para redistribuir la carga, aumentando el porcentaje del copago a las rentas más altas y a los pensionistas que no pagaban y ahora copagarán un 10%, y reduciéndolo al gratis total a los dos colectivos citados que venían pagando el 40%, como los ricos. No es la primera vez que pasa: la derecha fijó el tope al sueldo a los ejecutivos de banca, otro suponer. El consejero de Sanidad, Rafael Bengoa, que lo veía en términos macro consideraba que era buena operación. En un cálculo optimista le salía que este pase foral farmacéutico nos va a permitir ahorrar 34 millones, mientras el perjuicio para los parados sería de tres millones.
El popular Antón Damborenea preguntó a Patxi ayer por la incongruencia de que su plante iba a determinar que los parados no pudieran acogerse a los beneficios que iban a tener gracias al decreto los parados del común, a lo que el interpelado respondió que aquí tampoco iban a pagar los parados. Hará otro decreto.
Esto ya no da más de sí. Habrá elecciones, salvo que el Gobierno deterciado (25 sobre 75) confíe en el procedimiento presupuestario de aquel gran tándem que formaban Juan José Ibarretxe e Idoia Zenarruzabeitia, de emplear la discusión de los presupuestos como un fotomatón de la oposición. El lehendakari, que es un virtuoso, sostiene, sin embargo, que no tiene intención de disolver el Parlamento por sentido de la responsabilidad y por el interés de Euskadi, mientras los demás quieren despachar la legislatura por puro interés partidista. Mientras, su partido y los de los demás ya han hecho reserva de vallas electorales para el otoño. En fin.
Santiago González, EL MUNDO, 9/6/12