Hermann Tertsch, ABC, 2/10/12
En esta situación histórica, los españoles necesitan que el Gobierno encuentre el coraje para la gran acción política
CREO que a estas alturas de la legislatura hay una certeza firmemente anclada en esa parte de la sociedad española que desea que este Gobierno tenga éxito. Y que estoy convencido sigue siendo, por puro sentido común y en absoluto por simpatía o afinidad, una amplísima mayoría de los españoles. Es la certeza de que el peor defecto de este gobierno ha sido y es aún la falta de coraje. Peor aún que la indolencia que tantos le atribuyen, pero que posiblemente solo sea un manto para disfrazar ese miedo a la decisión y a la acción. Y no voy a hablar de las decisiones económicas que son, por supuesto, las que obsesionan a todos. Y que tanto hacen desesperar, aquí dentro y fuera, a quienes demandan más resolución y más creatividad, más valentía en suma, al Gobierno. Muchos creen que si Mariano Rajoy, nada más tomar las riendas, hubiera tenido el valor de aplicar unos recortes estructurales radicales sin subir los impuestos, hoy estaríamos viendo al menos la salida de este larguísimo túnel. Aunque haya otra escuela que cree que no es cobardía sino cinismo lo que ha impedido que el Gobierno de Mariano Rajoy metiera el lápiz rojo de forma implacable en la administración nada más llegar. Con lo que se habría ganado, si no la simpatía, sí la comprensión de todos los que inevitablemente iban a ser a corto y medio plazo víctimas de recortes imprescindibles. No hablemos tampoco de la cobardía que muchos ven en la política antiterrorista. Esa continuidad de la estrategia conciliadora con los enemigos del Estado que marcó la era socialista ha generado muchísima desconfianza y gran decepción. Y no sólo en las víctimas. Ni solo en lo que algunos en el PP llaman «la extrema derecha madrileña» sin darse cuenta hasta qué punto emulan también en estas ridículas acusaciones las posiciones antiterroristas de Rubalcaba, Camacho y sus faisanes. Quienes defienden una postura de firmeza sin compromiso hacia ETA tienen opiniones muy diversas respecto a otras cuestiones. Algunos se consideran ya tan centristas que se han vuelto equidistantes, muy «jatorras» con Bildu, pero implacables con un «Madrid derechista» que ya pronuncian con el mismo despecho que Artur Mas u Otegi.
Cuando muestra coraje alguien en este Gobierno, rápidamente se queda solo. Le ha pasado a Guindos en más de una ocasión. Y quizás le esté pasando ahora al director de la Policía que, al igual que la delegada del Gobierno en Madrid, han afrontado con considerable eficacia una cadena de provocaciones insólitas. Me refiero a las manifestaciones convocadas por extremistas, muy minoritarios, y arropadas por biempensantes, gracias a una publicidad constante, masiva y gratuita de medios públicos y privados. La legitimidad de las manifestaciones y protestas no obliga a fomentar actitudes denigrantes y agresivas contra las instituciones democráticas. La eficacia en evitar males mayores en las calles de Madrid no ha estado acompañada por la reafirmación política del monopolio de la violencia del Estado. Y la voluntad de impedir actos que suponen un atentado contra los intereses de España. Aunque la automutilación perfecta en este escenario desolador nos lo presta ese Artur Mas convertido en pequeñísimo gran hombre. Comprendo que el Gobierno esté tentado de dejar que este insensato impostor de caudillo se estrelle. Pero en momentos de diario desafío al Estado, el Gobierno tiene que salir al paso de la ofensa permanente y el desprecio a la ley. En esta situación histórica de máxima zozobra, los españoles necesitan que el gobierno encuentre el coraje para la gran acción política. Sin ese coraje estamos lanzados a la imparable automutilación.
Hermann Tertsch, ABC, 2/10/12