El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, dio ayer su respaldo total al Brexit, descartó la celebración de un segundo referéndum y se mostró por primera vez favorable a controlar la inmigración. «El Reino Unido está saliendo de la UE y puede estar mejor después del Brexit», llegó a decir Corbyn en su primer discurso del año en Peterborough, precedido de la polémica por su propuesta (luego corregida) de imponer un «salario máximo» para combatir la desigualdad económica.
El líder laborista, que en el referéndum de 1975 votó contra la pertenencia al Mercado Común Europeo, despejó las dudas y confesó haber votado a favor de la «permanencia» en el referéndum del 23 de junio, pese a la calculada ambigüedad de su campaña.
«Quienes votaron a favor y quienes votaron en contra quieren un futuro mejor para el Reino Unido», dijo Corbyn. «Algunos sostienen aún que deberíamos tener un segundo referéndum. Esta opción fue sometida a votación entre los miembros de nuestro partido y resultó derrotada el verano pasado».
Corbyn aseguró que el mandato inequívoco del referéndum es «salir de la Unión Europea y recuperar el control de nuestra democracia y nuestra economía». Implícitamente, reconoció que la premier Theresa May tiene el derecho a invocar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa y a activar la salida de la UE sin necesidad de un voto parlamentario previo.
El líder laborista advirtió sin embargo de que los conservadores no pueden cumplir sus promesas y se ofreció a detallar su propia visión de «una Gran Bretaña mejor» tras la ruptura con Bruselas. «El Gobierno está desbordado por el Brexit», dijo. «No tenían una plan antes del referéndum y siguen sin tenerlo».
Corbyn se empeñó en dar un giro populista a su discurso y disparó «contra la élites gobernantes» por dejar al país «en una posición tan expuesta y sin un plan». Sus críticas por el flanco económico contrastaron sin embargo con la complicidad mostrada ante la inminencia del Brexit. «El laborismo ha capitulado ante los tories», sentención la líder del Partido Verde, Caroline Lucas. «La oposición ha desaparecido y los laboristas están sirviendo en bandeja el proceso del Brexit a los conservadores, primero consintiendo la salida de la UE antes de tiempo y ahora sacrificado nuestro acceso al Mercado Único».
Similares críticas le llovieron a Corbyn desde el Partido Liberal Demócrata de Tim Farron, que defiende la necesidad de un segundo referéndum sobre la negociación final con Bruselas como garantía de un Brexit blando, que asegure la integración desde fuera en el Mercado Unico. Corbyn volvió a dar una de cal y otra de arena, dando el Brexit como inevitable y advirtiendo al mismo tiempo de los riesgos de «desregulación» y de «creciente desigualdad económica» a los que se enfrenta el Reino Unido fuera de la Unión Europea.
Aun así, el líder laborista se mostró favorable a «la repatriación de poderes de Bruselas en sectores en crisis como el acero» y rompió una lanza por «la reducción de trabajadores de la Unión Europea en los sectores menos regulados». Corbyn reconoció por primera vez la necesidad de controlar el número de inmigrantes y aseguró que su partido no está aferrado «al principio de la libertad de movimientos» (aunque a última hora matizó esta afirmación con una oferta).
Recordó Corbyn que el Reino Unido «no puede perder el acceso al Mercado Único que tan fundamental resulta para nuestras empresas y nuestros puestos de trabajo», pero recalcó al mismo tiempo que el acuerdo sobre «una organización gestionada de la inmigración» ha de ser fundamental en el pacto post Brexit con Bruselas. Corbyn eligió a conciencia Peterborough, uno de los bastiones del Brexit en el norte de Inglaterra, para intentar llegar a las bases laboristas que han dado la espalda al partido, en una profunda crisis de identidad tras la victoria de la salida. El líder laborista accedió a presiones internas como las de los diputados Emma Reynolds y Stephen Kinnock, que enviaron a su jefe de filas un mensaje claro: «El referéndum de la UE fue un voto para cambiar la política de inmigración».
El líder laborista puso sobre la mesa la reciente crisis del Servicio Nacional de Salud (NHS) y exigió a Theresa May que ponga fin a los recortes del Gobierno conservador de los últimos seis años y vaya más allá de las «falsas promesas» como la exhibida durante la campaña del referéndum por el titular del Foreign Office Boris Johnson, que prometió destinar los 400 millones de euros semanales de contribución al presupuesto de la UE a financiar el NHS.
El eterno dilema de Corbyn ante el Brexit quedó ensombrecido por la polémica causada por sus declaraciones previas a la BBC 4, cuando puso sobre la mesa su intención de fijar «límites salariales» e imponer incluso un «salario máximo» para combatir la desigualdad en el Reino Unido. El anuncio pilló por sorpresa a varios diputados de su propio partido.