Jon Juaristi-ABC

  • El fascismo está en quienes invocan el cordón sanitario contra una parte de la población

Me preguntan desde la radio oficial vasca si iré a votar el martes, y contesto que sí, pero bastante irritado por verme moralmente obligado a hacerlo. No puedo olvidar que todos los partidos dieron su conformidad al estado de excepción en marzo de 2020 y votaron afirmativamente su primera prórroga. Es cierto que Vox se descolgó poco después de aquel general consenso parlamentario de la cobardía. Pero todas sus señorías se habían retratado ya (con mucho canguelo, sospecho).

A los demás españoles se nos negó el derecho a defender nuestras libertades, que nos fueron arrebatadas de un día para otro. Siguió una primavera de encierro, despotismo y arbitrariedad, con el agravante de que una gran parte de los encerrados interiorizaron las mentiras del Gobierno del frente popular y se sometieron a sus demenciales consignas de denunciar al vecino que paseara sin perro. En este país siempre ha existido una gran cantidad de chivatos vocacionales, pero nunca hasta marzo de 2020 habían encontrado un clima tan propicio a la delación. Ni bajo el franquismo. Dieciséis denuncias coseché en dos días por dar vueltas al anochecer en torno a una pista de tenis desierta en la urbanización donde vivo.

El cuerpo no me pide ir a votar. Pero iré, contra el fascismo rojo que es hoy peor que cualquier otro fascismo. Hay una pirada que anda predicando el odio al Judío en los homenajes a la División Azul. Me asquea, pero no está ahí el fascismo que nos debe preocupar. El fascismo está en quienes invocan el cordón sanitario contra una parte de la población. El cordón sanitario comenzó siendo una metáfora en tiempos de Rodríguez Zapatero, que la debía considerar un genial hallazgo poético, y cuyo bando la utilizó a mansalva contra el PP. No se les caía de la boca a los faranduleros ni a cierta secretaria de Estado zapaterista que después fue reclutada por De Guindos para la misma función. En relativo descargo de toda aquella gentuza hay que decir que todavía los españoles no teníamos la experiencia de un verdadero cordón sanitario. Ahora sí la tenemos. Tenemos la experiencia del gran encierro, cuyas víctimas mortales no han sido ni serán contabilizadas. No me refiero a las del Covid, o no sólo a ellas, sino a todas aquellas cuya salud se deterioró aceleradamente durante lo que se denominó hipócritamente confinamiento. El confinamiento es otra cosa. El general Primo de Rivera confinó a Unamuno en Fuerteventura, pero este tuvo toda la isla para pasear hasta aburrirse.

Sánchez nos invita a confiar en la Ciencia por él sabiamente administrada, como las vacunas. El fascismo consiste en apelar a la ciencia para justificar el estado de excepción. Así lo hacía Hitler, que pasó pronto del cordón sanitario a la siguiente fase: el exterminio de los millones de supuestos contagiosos. En fin, que iré a votar el martes en contra del fascismo rojo del frente popular, a ver si lo frenamos.