Antonio Casado-El Confidencial

La España oficial vive en las comparecencias de los miembros de un Gobierno técnicamente desbordado y políticamente a la defensiva

En la guerra contra el Covid-19 ha reaparecido el viejo fantasma agitado por Ortega. La España oficial vive en las comparecencias del presidente y los ministros de un Gobierno técnicamente desbordado y políticamente a la defensiva, que bracea por salvar su imagen. La real se deja ver en las urgencias hospitalarias, las UCI y las residencias de ancianos.

Real como la vida misma es un sistema de servicios públicos (no solo el sanitario) al borde del colapso, con evidente escasez de recursos materiales y humanos, servidores desprotegidos a pie de obra (médicos, enfermeras, policías, bomberos, militares, etc.) y un orden institucional descentralizado que socava la eficacia del «mando único». Los servidores de la España oficial se defienden en unas evasivas ruedas de prensa donde se explican las medidas decretadas en el diario cumplimiento del deber, mientras se van difundiendo unos desalentadores partes de guerra que dejan la sensación de haber perdido el rastro del enemigo a batir.

A la espera de que el justo y necesario intento de frenar los despidos laborales no se quede en el BOE (¿recomendación?, ¿prohibición?, ¿qué dicen los empresarios?), los medios de comunicación van reflejando día a día los efectos reales de una gestión oficial lastrada por clamorosas imprevisiones, dudas, palos de ciego y descoordinación.

«La compra de 650.000 test rápidos ha sido un timo en toda regla. Pero la España oficial usa la excusa tonta de que ‘el mercado está loco'»

Lo último que hemos sabido por esa vía es la poco progresista recomendación del Gobierno central de austeridad en el gasto sanitario de las Autonomías, seis meses antes de topar con el virus. Pero la casuística es ya muy amplia a estas alturas de la película. Se acumulan bastantes episodios y la gente empieza a preguntarse: ¿en qué manos estamos?

Atrás quedaron las protestas de sanitarios quejosos por el trato preferente en el acceso a las pruebas diagnósticas de figuras de la España oficial. Y de estricta actualidad es la malograda compra a una empresa pirata china (sin licencia oficial) de 650.000 test de diagnóstico rápido «fiables y totalmente homologados», según el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Un timo en toda regla. Pero ahora la España oficial se recuesta en la excusa tonta de que «el mercado está loco».

En esas reapareció la ministra de Igualdad, Irene Montero, tras su cuarentena por afectación del Covid-19. Alguien debería decirle que el interés general está por encima de la causa feminista. La guerra contra el patriarcado puede esperar mientras dure la guerra contra el coronavirus. Sin embargo, la doña se descolgó con una soflama impropia de un gobernante contra la derecha y la extrema derecha, en nombre del feminismo.

«Alguien debería decir a Montero que el interés general está por encima de la causa feminista. La guerra contra el patriarcado puede esperar»

Como si en la mente de un miembro del Gobierno el feminismo fuera una prioridad de mayor cuantía y de mayor apremio que la salud de los ciudadanos. Y quién sabe si también en la de todo el Gobierno, que no frenó a su debido tiempo la fiesta feminista del 8 de marzo, a sabiendas de que el virus se pasearía libremente por aquellas marchas masivas.