José Alejandro Vara-Vozpópuli
- ¿Es a mi?, le faltó decir. Nadie se dirige al macho alfa de la ultraizquierda radical en esos términos. Nadie osa interrumpirle un discurso
Un veterano asesor de políticos a granel, oficio que ahora denominan ‘spin doctor’, comentaba no hace tanto la clave del éxito en lo suyo: «Con sólo tres palabras tengo bastante. Si logras hilvanar una buena frase con tres o cuatro palabras, ya lo tienes todo». Memoraba entonces algunos hitos de la historia. «Vini, vidi, vici», «alea jacta est», «Dios salve a la Reina», «el Estado soy yo», «la historia me absolverá», «yo también soy berlinés», «sangre, sudor y lágrimas», «I have a dream». Bastan tres palabras, quizás cuatro, una frasecita para ocupar un hueco en los anales. O para ganar elecciones. Por ejemplo: el «yes, we can» de Obama o el «America first» de Trump. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
No es tarea fácil. En nuestro árido biotopo resulta arduo encontrar tan eficaces palancas que conmuevan o movilicen al elector. O, simplemente, que logren situarse en ese bloque digno del recuerdo. Alguna cosa hay, y hasta de calidad. «Puedo prometer y prometo» figura entre lo más reseñable de la producción nacional. «Ja soc aquí», ·»España nos roba» y ‘lo volveremos a hacer’ son ocurrencias desparejas aportadas desde el nacionalismo catalán, que funciona por eslóganes primarios ya que carece de ideas de calado. «Ni tutelas ni tu tías» engrosan lo más granado nuestra mercadotecnia política. Aznar aportó dos momentos célebres: «Váyase, señor González» y «España va bien», que algunas versiones le atribuyen a Miguel Ángel Rodríguez, el actual gurú de Isabel Díaz Ayuso, pero que el propio Aznar reclamó su autoría ante Jordi Évole. Mariano Rajoy incurría en galimatías inconexos pero no dio con su frase definitiva que incorporar al baúl de los hallazgos. Tampoco Felipe González, aunque sí acertó con dos muletillas que se hicieron universales: «Por consiguiente…» y «sin acritud», tan usadas luego por oradores inexpertos, émulo del socialista andaluz y buen número de caricatos con nómina en Telecinco. Esperanza Aguirre aquilató el «No me resigno» que cosechó enorme éxito y todavía late con fuerza en los mensajes de algunos oradores. Pedro Sánchez, por supuesto, incorporó a la jerigonza partidista lo de ‘No es no’, expresión nefanda a la que luego dieron la vuelta las feministas con su ‘Sólo sí es sí’. El Rey padre, finalmente, incorporó a la antología un momento cumbre: «¿Porqué no te callas?», de tan grato recuerdo en el devenir de los usos y costumbres de nuestra pacata y cobardona diplomacia..
Tres palabras bien ordenadas y oportunamente aireadas pueden ganar unas elecciones, derribar un mito, tumbar a un presidente o, sencillamente, sumarse al florilegio de lo más granado de la colección de instantes para el recuerdo. Ha pasado algo inadvertida, pero una de las intervenciones más logradas, certeras y oportunas de cuantas se han pronunciado en los últimos meses la expidió Pilar Llop, a la sazón presidenta del Senado y reclutada sobre la marcha como número tres en las listas para la Comunidad de Madrid con el equipo de Ángel Gabilondo.
Muchas gracias, señora diputada
Llop (‘lobo’ en catalán) es madrileña, hija de peluquera y taxista, lee y conversa fluidamente en cuatro idiomas, incluido el alemán, es magistrada por el cuarto turno, exhibe una notable formación jurídica y ofrece un perfil elegante y bien plantado en las fotografías. No se olvide que en el orden protocolario es la cuarta autoridad del Estado. Ha protagonizado algún llamativo episodio, como aquel blusón dorado que lució en el funeral por las víctimas de la pandemia. O cuando respondió a un diputado de Vox, que se dirigió a ella llamándola «presidente», con una irónica «gracias señora diputada».
Sólo por eso, Sánchez debería haber mantenido a Llop de número dos en la lista por Madrid. Su ‘spin doctor’, Iván Redondo, que aún no ha logrado afilarle una frase para la historia, consideró más adecuado poner en ese puesto a Hana Jalloul
Ahora se ha granjeado el aplauso de los senadores por su intervención durante el último mensaje de Pablo Iglesias a la Cámara Alta previa a dejar el Ejecutivo. Estaba el líder morado enfrascado en la agria respuesta a un representante de la oposición, que le había reprochado no haberse acercado a una sola residencia o un centro hospitalario pese a su condición de responsable de Asuntos Sociales. Ni una sola vez en todo el largo año de dolores. Sumergido andaba Iglesias sumido en una verborrea fangosa, árida y estéril, con incursiones por los cerros de la ultradrecha, el fascismo, la corrupción, los tránsfugas, y quizás también las cloacas y Colón, cuando la presidenta del Senado, con voz firme y decidida le cortó el rollo: «Vamos a la cuestión, señor vicepresidente».
El rostro del interpelado no pudo evitar un gesto de sorpresa y hasta de estupefacción, casi ira. ¿Es a mi?, le faltó decir. Nadie se dirige al macho alfa de la ultraizquierda radical en esos términos. Nadie osa interrumpirle cuando está en el uso de la palabra, nadie tiene el valor suficiente para decirle, ante todo un Hemiciclo rebosante de atentos culiparlantes, que se deje de pavadas que a nadie importan ni hacen al caso y que se centre en el asunto del debate. «A las cosas», que le diría Ortega. Nadie, en suma, la calla la boca al más chulángano de nuestros representantes políticos. No lo hicieron Ana Pastor ni Meritxel Batet en el Congreso, tampoco un Manuel Cruz que ocupó inopinadamente la silla más egregia del Senado.
Hana Jalloul, sin embargo, tiene sangre libanesa, fotografía bien y encaja a la perfección en el papel de candidata para plantarle cara a Díaz Ayuso en la batalla decisiva de Madrid a la vuelta de dos años
Llop lo hizo, sin inmutarse, y recibió la sonrisa y hasta la discreta felicitación de algunos de los presentes, en particular de dos o tres senadores socialistas, hartos de la altanería jactanciosa del semoviente encoletado. Sólo por eso, Sánchez debería haberla mantenido como número dos en la lista por Madrid. Su ‘spin doctor’ Iván Redondo, que aún no ha logrado afilarle una frase para la historia, consideró más adecuado colocar en ese puesto a Hana Jalloul, recién salida de la Secretaría de Estado de Inmigración, donde no se ha podido hacer todo peor. Hana, sin embargo, tiene sangre libanesa, es fotogénica, resuelve la dialéctica con cierta facilidad y encaja a la perfección en el papel de candidata para plantarle cara a Isabel Díaz Ayuso en la batalla decisiva de Madrid a la vuelta de dos años. En Moncloa, donde últimamente no dan una, se equivocan al minusvalorar a persona de tanta valía como Llop, esa ‘loba’ paciente y silente, siquiera sea por el hecho de que se ha erigido con el título de ser una de las pocas personas que le ha parado los pies al mayor depredador del sistema democrático de cuantos aúllan en el bestiario nacional. Perdió ayer su condición de diputado pero se conoció la del político que más ha visto engrosar su patrimonio en seis años de ejercicio de la cosa pública. Lo ha multiplicado por seis. El rey del pelotazo. ‘Cierre al salir’.