Juan Carlos Girauta-ABC
- Corra cuanto quiera, siga frustrando la carrera de los funcionarios honrados, que con ello no hará sino mantener el zoótropo girando
AMarlaska le hemos comprado una cinta de correr para que de vez en cuando pase un rato sin dañar la democracia. Imagínate que, a base de darle caña, y como fruto de un vacío existencial, el juguete se convierte en un zoótropo o en un zoopraxiscopio, aquellos antepasados del cine. Y que se le vienen encima, más veloces cuanto más trota, las imágenes, una y otra vez repetidas en un paroxismo aeróbico y estático, de su pesadilla.
Ahí estarán Txapote con Henri Parot, Iragui Gurruchaga y toda la siniestra procesión de presos con delitos de sangre que el ex juez ex valiente ha acercado al País Vasco, muchos de ellos contra el criterio de Prisiones, para que el PNV pueda soltarlos en cuanto Sánchez transfiera las competencias penitenciarias.
A medida que avanza en vano la cinta, a medida que Marlaska comprende que no puede dejar de correr, como en el cuento de las zapatillas de baile, aunque en su caso no vaya a ningún sitio, se irán reproduciendo ante él, con fidelidad sombría y escabrosa, los recuerdos de lo que nos está haciendo. En las retinas de los asesinos, bajo las escleróticas inyectadas en sangre, ha quedado grabado el rostro de las víctimas, y Marlaska las verá y las volverá a ver. Y las volverá a ver. Y así hasta el infinito, de modo que acabará hablando con los personajes de la pesadilla sin fin, recordándonos al protagonista de ‘La invención de Morel’. El infierno es la repetición eterna de ciertas cosas que uno decide hacer, Marlaska.
Tiene que haber por fuerza un resentimiento ahí dentro, como de viejo pozo olvidado, para que se te ocurra azuzar desde el gobierno a un ‘colectivo’ -que Marlaska considera de los suyos, o quizá suyo-, para espolear la violencia contra los que acudieron al Orgullo creyendo que las preferencias sexuales no tenían ideología. Cuando vio el lío intoxicó a un diario porque le ha poseído un concepto del poder que asusta. Un concepto agresivo y despiadado, que se complace en violentar la ley a la que un día sirvió como juez. Cuando era grande Marlaska.
El Grande se lo ahorra ya la prensa, ¿se han fijado? Recuerdo cómo el corredor quieto acusó en el Congreso a la diputada Melisa Rodríguez de ‘microhomofobia’ por apelar a su sensibilidad con el Orgullo. Así que cuidado con meterse con él, que usará sin escrúpulos cualquier recurso para repeler las críticas. Pero cuando uno viola la ley con el desparpajo, la arbitrariedad y el despotismo exhibidos en el caso Pérez de los Cobos habrá que pedirle que dimita de una vez. Que deje de hacer daño y de hacerse daño, que se guarde su resentimiento, que no haga pagar al Estado de Derecho los motivos, que a nadie importan, de su renuncia a la grandeza acumulada antes de ser Micro Marlaska. Corra cuanto quiera, derribe las puertas a patadas o con arietes, siga frustrando la carrera de los funcionarios honrados, que con ello no hará sino mantener el zoótropo girando.