IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Cuando su elección desdeña la solvencia jurídica, el TC queda a merced del sesgo ideológico y la alineación partidista

Sánchez ya tiene el Tribunal Constitucional que quería. Y el que objetivamente le correspondía en virtud (o defecto) de la ley que viene permitiendo el hábito turnista, a la que él ha dado una doble vuelta de tuerca al nombrar dos magistrados procedentes de su propia área ejecutiva y por tanto carentes de la mínima apariencia de imparcialidad requerida. Este hombre no se conforma cuando las reglas o la costumbre le benefician: necesita retorcerlas, forzarles las costuras hasta dejar patente su sello ventajista. Ayer pasó la factura del bloqueo ya resuelto con un detalle de dominio cesáreo como el de apoderarse de la vicepresidencia que tradicionalmente corresponde al sector minoritario. El gesto era superfluo una vez que la correlación de fuerzas ha caído de su lado pero quería lanzar un mensaje claro: no está dispuesto a perdonar un desafío ni un agravio. Lo de ‘ir a por todas’ significa rebañar hasta las últimas migas del mando.

En todo caso, esa innecesaria demostración de hegemonía no representa el peor síntoma de esta nueva etapa de la Corte de Garantías. El verdadero problema consiste en que, visto en perspectiva, este TC tiene en conjunto menos solvencia técnica y jurídica que otros donde rigió la misma mayoría. Los dos partidos que determinan su composición han primado como criterio de selección –en este tercio y en el anterior–, el sesgo ideológico, el vínculo doctrinario y la alineación (entiéndase también alienación) partidista. La ingenua idea constituyente de un órgano consensual integrado por personalidades de acreditada excelencia ha quedado diluida en una lineal correa de transmisión política. Y la previsibilidad sobre el sentido de sus sentencias queda a expensas de la voluntad subjetiva con que algunos miembros decidan ejercer su autonomía. Es decir, de que estén dispuestos a romper en conciencia la hermética división en bloques previamente establecida… a la que deben el privilegio de sentarse en su honorable silla.

La paradoja de la cuestión radica en que la cualificación de Conde Pumpido como jurista de prestigio es incuestionable en estrictos términos profesionales. Así resulta que uno de los más competentes, si no el más, de los integrantes del tribunal es al mismo tiempo el más comprometido con el proyecto de Sánchez. Sus amplios poderes organizativos y funcionales lo convierten en la pieza clave para constitucionalizar decisiones de dudoso encaje. Su sintonía con el Gobierno no sólo es manifiesta: en el entorno de La Moncloa se le considera con fundamento el muñidor de la estrategia de Presidencia para controlar la cúpula judicial al completo y levantar en ella otro bastión de la izquierda. Con él al frente de una rígida mayoría de siete a cuatro cabe a priori poco margen de sorpresa. El mecanismo de contrapeso institucional depende ya sólo de ciertos improbables rasgos individuales de independencia.