Óscar Monsalvo-Vozpópuli
- Nos hemos convertido en un país que produce y promociona bufones, cortesanos y esclavos voluntarios a una velocidad crítica
De vez en cuando aparece en redes un vídeo de reacciones editadas. Son esos vídeos en los que alguien hace como que asiste sorprendido al siempre desconcertante espectáculo de lo cotidiano. Gente normal mostrando comportamientos extraños en la playa, en los supermercados, en la cocina… Bebés haciendo trastadas graciosas, gatos, perros… El espectador mira a un lado, mira al otro, mira más allá, a una esquina, y siempre ve lo mismo. En España tenemos algo parecido. Algo único, de hecho, porque aquí no hace falta edición ni sorpresa fingida. Es una especie de fenómeno inverso: tenemos gente, siempre los mismos, reaccionando a fenómenos políticos para salvar al soldado Sánchez. Y nosotros asistimos impasibles, cansados o exasperados al espectáculo también cotidiano de nuestra miseria nacional.
El ciudadano enciende la TV y ve a un tal Puto Mikel en La Sexta: “Desde que hay electricidad, hay apagones”. Cambia de canal, Javier Aroca en TVE: “Quedarse aislado nueve horas y media también está bien”. Una tal Cristina Hernández, al parecer socióloga y al parecer directora del Instituto de las Mujeres, en Twitter: “Ayer no tenía efectivo, ni radio, pero sí tenía el mejor Presidente”. El imperecedero Bruno Cardeñosa: “En los años 80 y 90 los cortes de luz estaban a la orden del día. Vivimos mil. Y no pasa nada.”.
Ya antes se había referido a Red Eléctrica como un “operador privado”. Es tal el nivel de corrupción radical del servicio público que cualquier intento racional de abordarlo sólo puede conducir a la melancolía o al estallido
Todo esto después de un apagón que no iba a ocurrir nunca, segúnlosexpertos. Una hipótesis que era sólo y siempre un bulo, segúnlosexpertos. Una realidad, finalmente, que sumió al país en la incertidumbre de una certeza que se venía anunciando desde hace mucho tiempo, fruto de una transformación radical sobre la base de siempre, la ideología, que envolvió al país en el fango de unas explicaciones viscosas, pastosas, fabricadas por una legión de expertos que comienza en el tal Puto Mikel y termina en la encargada extraoficial de asuntos protocolarios examinando el lenguaje corporal de la oposición, pasando por el técnico medio dispuesto a leer el informe aún humeante que le habrá hecho llegar algún coordinador del Gobierno.
Y el propio Sánchez, claro. El hermano Sánchez que sí puede decir que tiene experiencia contrastada en la dirección de orquestas. El Presidente mayúsculo por el que todos los expertos son capaces de decir sin ruborizarse la mayor barbaridad, porque saben que ninguna estará a la altura de las de su líder: “Los ciudadanos deben saber que durante esta crisis las centrales nucleares, lejos de ser una solución, han sido un problema”. Ya antes se había referido a Red Eléctrica como un “operador privado”. Es tal el nivel de corrupción radical del servicio público que cualquier intento racional de abordarlo sólo puede conducir a la melancolía o al estallido.
No hay un proyecto de envilecimiento colectivo tan enorme como el de nuestra política nacional. Los mismos que se encargan de diseñar la educación, los que nos dicen qué valores debemos transmitir en las escuelas, son máquinas de producción de mentira, de transmisión de vidas mezquinas
El caso es que al final tuvimos apagón. Que la apuesta por un modelo absolutamente progresista, inédito, maximalista, pionero en la producción y gestión de la energía ha llevado a la oscuridad y, aún peor, a la celebración de la oscuridad. El resumen de los expertos, los sindicatos, el periodismo auténtico, los asesores, los analistas y las fuerzas del progreso durante los días previos y posteriores fue éste: no va a pasar nunca, ha pasado por culpa de las nucleares, no volverá a pasar, en realidad no ha pasado nada, en realidad ha pasado y lo hemos pasado bien, nos ha venido bien, en los 90 pasaba todas las semanas. Todo a la vez, todas las veces que sea necesario. Mentiras, mentiras, mentiras, mentiras envueltas en el disfraz ya deshilachado de lo institucional, la neutralidad, la ciencia, la democracia. Todos los bufones al servicio del Gobierno, toda la corte preparada para sostener con tranquilidad lo que sea que convenga al Gobierno, todos dispuestos a engañar, a tergiversar, a mentir y a insultar a los españoles, porque lo que importa es el Gobierno, el Partido, el Presidente.
El problema de España, venimos diciendo desde hace mucho tiempo, no es Sánchez. Ni la corrupción pequeña del supuesto director de orquesta ni la enorme corrupción del auténtico director de orquesta. El problema es que nos hemos convertido en un país que produce y promociona bufones, cortesanos y esclavos voluntarios a una velocidad crítica. El problema es que después de Sánchez vendrá quien sea, del partido que sea, y el país seguirá produciendo y promocionando toda esta morralla vital, y eso es algo que acaba transformando al propio país.
Si los jóvenes dedicasen a la política una décima parte del tiempo que le dedicamos nosotros tendríamos un grave problema. No hay un proyecto de envilecimiento colectivo tan enorme como el de nuestra política nacional. Los mismos que se encargan de diseñar la educación, los que nos dicen qué valores debemos transmitir en las escuelas, son máquinas de producción de mentira, de transmisión de vidas mezquinas, de normalización de lo más arrastrado que hay en el ser humano, diseñadores de pelotas, delatores, hipócritas serviles, promotores de un materialismo absoluto y de un embrutecimiento espiritual que no deja ni una parcela vital sin arrasar.
Que se alejen todo lo que puedan de esta generación de arrastrados que están arrastrando al país hacia el desastre económico, educativo y moral
Qué puede aprender un chaval de su presidente Sánchez. Qué va a imitar una joven si ve las comparecencias públicas de Pilar Alegría. Qué le espera a un muchacho expuesto a las palabras de Félix Bolaños. Qué le queda a una cría acostumbrada a los aspavientos de María Jesús Montero.
Sólo podemos esperar que por algún milagro, no quieran acercarse al proyecto vital que les proponen todos los vividores del partido, al modelo profesional del servilismo absoluto, de los sueldos disparatados a cambio de la renuncia a la integridad, a la verdad y al bien público. Que se alejen todo lo que puedan de esta generación de arrastrados que están arrastrando al país hacia el desastre económico, educativo y moral.
Corred, insensatos.