La ‘limpieza’ de las calles por la Ertzaintza ha provocado dos tipos de reacción, que coinciden en minusvalorar los logros obtenidos: la de los que mandaron antes y cuestionan la novedosa actuación, asegurando que los anteriores consejeros persiguieron el delito como ahora; y la de quienes no le conceden importancia por tener, dicen, un valor «demasiado simbólico».
De todos los retos que deberá afrontar el nuevo Gobierno vasco de Patxi López en el arranque del curso político el más inmediato es el de corregir la imagen de «inacción» labrada por sus opositores nacionalistas. El PNV se ha pasado el verano acusando al Ejecutivo de Ajuria Enea de haberse entretenido en una batalla de «propaganda» en su pulso con los terroristas en la calle para maquillar la falta de ideas en las demás áreas de actuación política. Bien es cierto que quien lanza los dardos es el partido de Urkullu que, mientras discurre cómo debilitar a un Gobierno socialista en minoría apoyado por el PP, se le ha ocurrido la idea original de irse de rondas creyendo, así, que si convoca a los demás partidos, seguirá liderando el país.
Resulta difícil cuestionar los cambios introducidos por el Ejecutivo vasco en la eliminación de la calle de la propaganda de ETA porque han sido de capital importancia. La novedosa actuación de la Ertzaintza ha provocado dos formas de reacción que, con matices, coinciden a la hora de minusvalorar los logros obtenidos por el nuevo Gabinete, empeñado en hacer cumplir la ley. Una obviedad democrática que, sin embargo, tras el recorrido de nuestros anteriores gobernantes, no deja de ser noticia.
La primera reacción procede de quienes, por haber mandado antes, no sólo cuestionan la limpieza de las calles de fotos de terroristas sino que se atreven a decir que los anteriores consejeros persiguieron el delito con parecida intensidad a la de Rodolfo Ares. Y la segunda, no menos nociva, la muestran quienes no quieren conceder tanta importancia a una corrección de las anomalías democráticas por tener, dicen, un valor «demasiado simbólico» sin caer en la cuenta de que, en Euskadi principalmente, la utilización de los símbolos ha tenido un marcado viso educacional.
El Gobierno vasco, hay que reconocerlo, ha registrado un ritmo muy desigual entre sus consejeros. Es cierto que el equipo del lehendakari se ha centrado este verano en la política antiterrorista. Que buena falta hacía. Y que resultaría prácticamente imposible competir en ritmo, influencia y presencia al ‘hombre fuerte’ del Gabinete, Rodolfo Ares. Pero también es verdad que casi la mitad del equipo de Patxi López tiene que empezar a salir de su rincón para tomar la iniciativa y luego no llevarse la sorpresa de que la gente, en las encuestas, ni siquiera les conoce.
Del Ejecutivo, los más activos en estos primeros meses han sido, además del titular de Interior, la portavoz Idoia Mendia y la consejera Isabel Celaá. Gemma Zabaleta se queda en el terreno intermedio porque empezó con una agenda intensa derivada de la iniciativa del lehendakari de promocionar la mesa del diálogo social. Pero quedan otros seis consejeros para dar la talla. No sólo de la imagen, no se vayan a creer que con un par de comparecencias de prensa tienen los deberes hechos; no. Se trata de ideas puestas en práctica; de iniciativas propiamente dichas. El curso empieza a ‘cara de perro’ en el terreno económico y, según dicen los populares, López tiene las ideas muy trabajadas, «nada de improvisaciones ni ocurrencias». Y que no habrá, entre los dos partidos, diferencias insalvables.
Así es que, si el PNV quiere ofrecer su pacto de estabilidad en materia presupuestaria, el Gobierno vasco escuchará las ofertas pero, eso sí, no hará nada que no se haya consensuado con el PP, que por algo es su socio preferente. Tras el próximo consejo de Gobierno del 8 de septiembre, vendrán las malas noticias de los recortes en las Cuentas porque Euskadi es una burbuja en el pacto político pero no puede sustraerse al azote de la crisis económica. El lehendakari necesitará apoyos. Pero no será tan poco hábil de sustituir al PP por otro socio nuevo que no le aporta la estabilidad que le garantiza el partido de Antonio Basagoiti.
El PP, en constante búsqueda de su propio perfil apoyando al Ejecutivo autónomo acaba de descubrir que, para marcar territorio, no precisa distanciarse del equipo de Ajuria Enea. Puede encontrar su propio hueco «vendiendo el producto». Eso es lo que ha hecho precisamente hoy en EL CORREO, Leopoldo Barreda. Los populares dan la impresión de formar parte del Gobierno, un estatus superior, desde luego, al de «socio preferente». El PNV intenta, por esa vía, herir las susceptibilidades de algunos dirigentes socialistas poco partidarios de la compañía inevitable del PP. Pero, después de tanto camino recorrido, Patxi López ha tenido ya muchas oportunidades de conocer a nuestros clásicos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 31/8/2009