Llama la atención la benevolencia social (injusta) que merece la corrupción de partido frente a la indignación (justa) que provoca la de la iniciativa privada. La corrupción de los individuos es una enfermedad grave. La de los partidos es terminal, porque es el acta de defunción de la democracia. Es éste otro asunto que debiera merecer política de Estado.
La corrupción en los partidos recuerda el juego de los hermanos Marx en Sopa de Ganso: Groucho y Chico, vestidos con idénticos camisón y gorro de dormir y con el mismo bigote pintado, se copian las cucamonas frente al vano de una puerta como si un solo Marx hiciera gestos ante un espejo inexistente.
La apertura de los primeros 17.000 folios del caso Gürtel proporciona un material inabarcable, aunque la información confluye: docena y media de golfos del PP que tenían responsabilidades institucionales han prevaricado a favor de la banda comandada por Correa y han desviado hacia sus bolsillos una cantidad de dinero público estimada en 6,3 millones de euros. Hay en la lista alcaldes, consejeros, parlamentarios autonómicos y el ex tesorero del partido.
Parece una cantidad suficiente para mejorar considerablemente el nivel de vida de los 18 beneficiarios, aunque de lo visto no pueda deducirse (por ahora) que estemos ante una financiación irregular del PP, por más que la desenvoltura del agit prop gubernamental esté a punto de acuñar el golpe definitivo contra el partido de la oposición: «Ésta es, aquí se ve, la Filesa del PP».
Los 17.000 folios han sido un acicate suficiente para sacar a Rajoy de la placidez. Los tres diputados madrileños implicados seguirán en la Asamblea, ya que no han querido devolver el acta, y parece que Ricardo Costa ha sido designado candidato voluntario para comerse el marrón. Menos es nada, aunque no creo que sea suficiente.
Está Camps. No hace falta suponerle culpable de nada. Aun aceptando que él se pagó los trajes de Milano y que pudo no enterarse de los trajines que se traía su amigo Álvaro Pérez con su secretario general. «No tenía las amistades adecuadas», era el responso laico que Philip Marlowe rezaba por el chófer del general Sternwood, mientras sacaban su cuerpo ahogado de la bahía de San Francisco. La responsabilidad política debería bastar para que Camps disuelva las Cortes valencianas y convoque elecciones. Como poco. Y, de él para abajo, todos los manchados por la trama.
La corrupción es otro asunto que debiera merecer política de Estado, aunque a los ciudadanos no les importe tanto como la recesión y el paro. Debería abrirse un debate nacional, tarea imposible porque ninguno de los dos partidos ve el asunto en otra perspectiva que la maza de agredir al otro.
Queremos saber si los de la lista son los últimos beneficiarios o son comisionistas por cuenta del partido. Queremos saber si la condonación de la deuda de 6,54 millones de euros al PSC que hizo la Caixa a finales de 2004 al primer secretari, Josep Montilla, tiene algo que ver con que el ministro de Industria, José Montilla, avalara en 2005 la OPA de Gas Natural-La Caixa sobre Endesa.
Llama la atención la benevolencia social (injusta) que merece la corrupción de partido frente a la indignación (justa) que provocan los corruptos de la iniciativa privada. La corrupción de los individuos es una enfermedad grave. La de los partidos es terminal, porque es el acta de defunción de la democracia.
Santiago González, EL MUNDO, 9/10/2009