Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Qué antimeritoria, Armengol, la que siendo presidenta balear contrataba tan alegremente con la trama Koldo, la que mentía sobre su conocimiento de Aldama, la que dice tener la «conciencia hipertranquila»

La señora Armengol es la tercera autoridad del Estado. Esta frase contiene una catástrofe e invierte la meritocracia como los satanistas invierten la Cruz y como Zapatero invertía, con similares intenciones, las palabras de Jesús: «No es la verdad la que os hará libres sino la libertad la que os hará verdaderos». Nótese que la zapaterina sucesión de palabras no quiere decir nada, pero transmite un mensaje: invirtamos lo sagrado.

Civilmente sagrado es que se premie el mérito; por eso en su campaña global de inversión de valores (y de sentidos) tiene la izquierda que dar la vuelta como un calcetín a lo racional, a lo justo y a lo eficaz a base de premiar el demérito. ¿Quién tenemos a mano que no valga nada para convertirla en tercera autoridad del Estado? A Armengol. Vale.

Desde su pedregoso verbo, su arbitrario manejo del orden en la cámara, su sonrojante sectarismo, su entrega de compinche al autócrata –a quien solo le falta guiñar el ojo, cerrar el puño derecho y extender pulgar y meñique balanceado la mano– la Armengol querría borrar la historia. Bueno, en eso no difiere del resto de socialistas españoles. Normal, teniendo en cuenta el pasado del PSOE, una larga peripecia en la escoria, la sangre y el dinero sucio. Pues eso, que la mujer decidió que su aportación sería al borrado del presente, que es una forma como otra cualquiera de borrar la historia. La historia futura.

Helaba la sangre escuchar la crónica de las violencias diarias que Abascal ofreció ayer. Era imposible no pensar en Gil Robles y Calvo Sotelo en los meses atroces del Frente Popular, cuando, con la prensa amordazada, la única forma de dejar constancia de las matanzas, o las quemas de iglesias, era nombrarlos con fecha y lugar en el Congreso, pues las actas no se podían censurar del todo. Digo «del todo» porque las amenazas de muerte que recibió Calvo Sotelo por hacer ese trabajo para la historia sí las ordenó borrar de las actas Martínez Barrio, un protoarmengol. Qué antimeritoria, Armengol, la que siendo presidenta balear contrataba tan alegremente con la trama Koldo, la que mentía sobre su conocimiento de Aldama, la que dice tener la «conciencia hipertranquila». Ese híper da que pensar. Si uno está tranquilo no busca hiperprefijos. Armengol es súper: ha introducido la indumentaria d’anar per casa en el alto protocolo, y el catalán para dirigirse a sus cuates pancatalanistas, golpistas todos.

Es el caso que, queriendo borrar lo más significativo del presente para que no llegue a ser historia, ha eliminado del Diario de Sesiones del Congreso el ajustado retrato que de Sánchez ha regalado Abascal en tres pinceladas: «corrupto, traidor e indecente». Le muge la demeritócrata al presidente de Vox y de Patriots que «vuelve a empezar con la mala educación». Y claro, por decoro obliga a borrar las tres palabras. A modo de experimento, propongo decir lo contrario, verás cómo te partes el pecho: Sánchez es honrado, leal y decente.