José María Múgica-Vozpópuli

Llegados al punto en que nos encontramos, se confirma lo que no era especialmente difícil de aventurar: una legislatura en estado de parálisis, sin otra acción legislativa que la deplorable ley de amnistía que se vota hoy 30 de mayo, sin presupuestos generales del estado para este año y con derrotas parlamentarias infligidas al PSOE por sus propios socios de gobierno, como la ley contra el proxenetismo o la retirada de la ley del suelo.

Que iba a ser una legislatura inviable se podía prever desde la investidura de Pedro Sánchez el pasado 16 de noviembre. Con tales apoyos, Sumar/restar, Podemos, el BNG, PNV, Bildu, ERC y Junts, incompatibles con cualquier noción que se pretenda titular de progreso, el camino se haría insoportable. Obtener la investidura a cambio de siete votos con una amnistía inconstitucional, pactar esa investidura en Bruselas con un monumento al pensamiento ultramontano, como fue el suscrito por PSOE y Junts el 9 de noviembre pasado, trae consecuencias que llevamos viendo desde la investidura. Hay gobierno pero no se gobierna. ¿Cuántas reformas que necesita España están en marcha? ¿Alguien sabe qué está previsto para combatir la pérdida de productividad, la desindustrialización, el problema del sector agrario y ganadero, los problemas de la juventud que se queda atrás, el problema de la vivienda, etc?

Aquí estamos, por una pésima y empecinada lectura del resultado de las elecciones generales del 23 de julio. Aquellos resultados, que en cualquier lugar de Europa no hubiera dado para una discusión de más de cinco minutos a propósito de la obligación de entenderse entre los dos principales partidos, PP y PSOE –que sumaban el 65% del voto de los españoles y 258 escaños–, aquí se convirtió en una parodia de tratar de gobernar –lo que no se ha conseguido– a base de aquel dicho de Pedro Sánchez: hacer de la necesidad virtud, en lugar de hacer de la virtud necesidad.

Y es verdad que a partir de febrero pasado, con el estallido del caso Koldo y con las informaciones que comenzaron a aparecer a propósito de la mujer del presidente –que se embrollan a cada día un poco más–, el panorama se convierte en directamente insoportable.

La consecuencia de tamaño despropósito la sufrimos los españoles en forma de cortinas de humo, o patadón y a seguir. Tan sólo en el lapso de un mes hemos asistido a cuatro de esas cortinas de humo, eso que se hace cuando no se habla de política, sino de esparcir la tinta del calamar con el propósito de empequeñecer a una sociedad crecientemente desafecta ante lo que cada día tiene que ver.

Porque, cuando no existe consenso alguno con la oposición, cuando se trata de levantar un muro que divide radicalmente a los españoles, es imposible que pueda surgir un proyecto de país.

El primer golpe de efecto fue a finales del mes de abril, con la farsa de la retirada del presidente por cinco días, ahora sabemos que él mismo era sabedor de que su mujer figuraba como investigada en un Juzgado de Instrucción de Madrid, cosa que nos ocultó a los españoles. La segunda fue la sobreactuación enloquecida con el presidente argentino Javier Milei, anunciándose la “retirada definitiva” (??) de nuestra embajadora en aquel país hermano.

La tercera, ya esta semana, mediante el compromiso de proporcionar armas a Ucrania por valor de más de mil millones de euros. Aunque ya veremos cuándo y cómo se cumple con ese compromiso. Pero llama la atención de esa correcta decisión de quien puso el grito en el cielo fue el socio gubernamental de Sumar, al parecer más próximo al autócrata Putin que a la defensa de los ucranianos. Cabe preguntarse qué puede haber en común en un gobierno de coalición donde las diferencias en ese aspecto fundamental para Europa son de tamaña magnitud.

Con una franja de Gaza en poder del grupo terrorista Hamás –y por muy legítimo que sea criticar la política del premier israelí Netanyahu, que lo es– es absurdo el reconocimiento ahora de ese estado palestino

Por fin, la cuarta cortina de humo se produce con el reconocimiento del estado palestino, sin consenso alguno –fundamental en la política internacional para que ésta sea duradera–. Es incomprensible que el gobierno, aplaudido por Hamas y los talibanes, anuncie ese reconocimiento del estado palestino aludiendo a las fronteras de 1967, aunque trazando un jeribeque incomprensible en forma de un corredor entre Gaza y Cisjordania, y apelando que la capital de ese estado sea Jerusalén Este. Por las mismas, podía haber acudido a reivindicar la partición de la ONU de 1947 en dos estados, que propició la guerra lanzada por los estados árabes con el propósito de liquidar el recién nacido estado israelí en mayo de 1948; y cuya derrota ocasionó que Jordania se apropiara de Cisjordania en tanto que Egipto de la franja de Gaza. Cuando asistimos, día a día, a la reacción enloquecida de Sumar reivindicando la ruptura de relaciones entre España e Israel, reivindicando el lema antisemita “Palestina libre del río (el Jordán) hasta el mar”, lo que significa la aniquilación del estado de Israel, cuando asistimos a que ministras socialistas tachen de genocida al estado de Israel, habrá que preguntarse de qué se está hablando. Con una franja de Gaza en poder del grupo terrorista Hamás –y por muy legítimo que sea criticar la política del premier israelí Netanyahu, que lo es– es absurdo el reconocimiento ahora de ese estado palestino.

El papel de España en la región

Dice el Sr. Sánchez que Israel es un país amigo. Menos mal, porque en alguien cuya palabra se ha devaluado a cero, no estará de más saber cuándo cambia de opinión. Como fue el caso del Sáhara. A la vista de las condiciones en que se reconoce el estado palestino, más parece que Israel se aplique el viejo dicho: líbreme Dios de mis amigos, que de mis enemigos ya me encargo yo. Porque de ese reconocimiento no va a salir salvo una cosa, el crédito de España en Medio Oriente será literalmente cero.

Qué lejano queda el papel de España en esa región, si nos acordamos de la conferencia de paz de Madrid en 1991, antecedente de los acuerdos de Oslo, a la que asistieron no sólo israelíes y palestinos, sino también las superpotencias de la época, Estados Unidos y la URSS. Qué diferencia de roles en el papel de España entre entonces y ahora, donde hoy no cuenta literalmente nada.

Pero son, como decimos, cortinas de humo una detrás de la otra para tratar de ocultar que en España, en esta legislatura vergonzosa, se ha dejado de gobernar. No se entiende que el presidente Sánchez utilice para todo la muletilla del fango. Pero es de temer que, a este paso, el fango dé lugar a unas arenas movedizas.