Cosas extrañas en torno a ETA

RAFAEL MOYANO, EL MUNDO – 14/03/15

· El concepto de memoria histórica, que es universal, se ha asumido en España como la recuperación de la dignidad de los vencidos en la Guerra Civil. El culpable, entre comillas, de esta asimilación mental fue el presidente Zapatero en su empeño de reconocer y compensar los sufrimientos de muchos españoles, entre ellos su abuelo, que recibieron el doble castigo de la represión y el olvido.

Su Ley de Memoria Histórica –«por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura»– fue una de las grandes controversias de su mandato, fuertemente criticada por el PP, que consideraba que la Transición ya había cerrado «esas viejas heridas». Rajoy prometió derogarla y de hecho la ha dejado morir despojándola de presupuesto. En medio de ese debate siempre pensé que qué era eso de abrir o cerrar viejas heridas, que las heridas no cicatrizan ni por ley ni por ausencia de ella, y que existían muchos testimonios de gente, de gente con nombre, apellido y dolor, que demostraban que todavía estaban en carne viva.

Viene esto al caso de otra memoria que algunos pretenden que se pierda, una memoria histórica con poco historia por su cercanía, una memoria que es cosa de ayer. ETA declaró un alto el fuego permanente, pero no es que no se haya rendido y disuelto, es que ni ha entregado las armas. Sin embargo ya hay prisas, ya hay un empeño en pasar página, en convertir las heridas sangrantes en viejas heridas. Cierto es que han quedado atrás los días en que la noticia de última hora en la radio sobre una explosión de la que aún no se conocían las causas nunca nos llevaba a pensar en el gas; o en que el urgente de la agencia Efe «atentado en Basauri» nos mantenía en vilo hasta conocer el número de víctimas. ETA ha dejado de sobresaltarnos un día sí y otro también y para muchos eso es suficiente.

Nadie en concreto, pero muchos en general, intentan crear ese ambiente. Porque pasan cosas extrañas. Hace ya un mes que Ángeles Escrivá encontró tranquilo y barrigudo en su licorería de Chichiriviche a De Juana Chaos y nada nuevo hasta hoy; Zapatero y Moratinos se vieron con Raúl Castro para confirmar que Cuba ya no apoya a ETA; el Supremo decidió que Plazaola volviera a prisión y tardaron tanto en entenderse Justicia y Policía que el etarra debe andar ya en Chichiriviche con De Juana; y, oh casualidad, la arrepentida más arrepentida, Carmen Guisasola, seguirá en libertad porque a alguien en la Fiscalía se le ha olvidado recurrir su excarcelación. Sin olvidar el espectáculo del emisario del Gobierno vasco negociando en la cárcel con el condenado Díez Usabiaga la política penitenciaria.

Es humano que queramos olvidar, los que podemos, porque vivimos más felices sin ETA. Pero qué hacemos con tanto muerto vivo en el corazón de padres, hijos, hermanos… Yo tengo mi respuesta. Me basta con admirar el tesón del amigo que se niega a aceptar que el asesinato de su padre prescriba, que ha encontrado un resquicio para mantener el sumario abierto, que se está dejando el alma y el poco tiempo que le queda libre en intentar saber quién lo hizo. Porque ETA ya no mata, pero hasta anteayer ha matado tanto que ha dejado miles de heridas que permanecen abiertas. La Justicia, y no el olvido, ha de ser la mejor forma de cerrarlas.

RAFAEL MOYANO, EL MUNDO – 14/03/15