JORGE SANZ CASILLAS-EL DEBATE
  • Al contrario que Feijóo, que sigue buscando socialistas descontentos o moderados (como si existieran), Pedro Sánchez renunció en seguida a contentar a más de la mitad de España

Hay quien considera a Pedro Sánchez un estratega brillante. Gente que valora como virtud ese apego al poder incluso en las circunstancias más desfavorables, como perder tres de las cinco generales a las que se ha presentado. Pero hombre, tener al país sin Presupuestos y pasando cada decreto por el tamiz de Puigdemont no sé si es el modelo más deseable. Quizá no lo sea ni para una comunidad de vecinos.

Descartada ya como virtud el instinto de supervivencia –pues vale más un gobernante sin astucia que un presidente terminal–, sí hay que reconocerle a Pedro Sánchez un acierto: y es que los ha enterrado a todos. A derecha e izquierda, pero sobre todo a izquierda. No sé si atribuirle el mérito a él o a alguno de los 500 asesores que figuran en las listas de Presidencia, pero es innegable que ese logro le mantiene todavía a flote aunque sea a costa de la salud mental y el bolsillo de quienes todavía creemos en el imperio de la ley y la igualdad entre españoles.

Al contrario que Feijóo, que sigue empeñado en buscar socialistas descontentos o moderados (como si existieran), Pedro Sánchez renunció en seguida a gustar a más de la mitad de España. Y lo hizo sin disimulo, parodiándolos incluso, como su delegado del Gobierno en Madrid, para seducir después a los electores de todos aquellos partidos que antes eran rivales, ahora son socios y, más pronto que tarde, serán polvo. Y me estoy refiriendo a Podemos y Sumar, cuyos votantes van camino de apoyar al PSOE en este debate falaz del «O Sánchez o fascismo». El doctor fraude no les hace demasiada ilusión, pero han oído el toque de corneta del Frente Popular y parecen dispuestos a agruparse en torno a su persona, según algunas encuestas.

Y lo hacen por dos razones:

Primero por pragmatismo, porque se han creído esa falsa emergencia democrática según la cual los jueces están conspirando para derrocar al Gobierno. Y segundo por un cierto grado de identificación, pues el PSOE ha asumido como propios postulados que hasta ayer eran coto del nacionalismo radical –amnistía y referéndum– y la extrema izquierda –los jueces son «fachas con toga»–.

No se trata de que Feijóo se lance a insultar a todos aquellos que no parecen dispuestos a votarle, como hacen Óscar Puente («carcundia») o Pedro Sánchez («fachosfera»). No se trata de sobreactuar y convertirse en lo que no es. Pero cabe preguntarse si un perfil tan deliberadamente moderado le alcanzará el domingo para derrocar a alguien que juega con unas normas tan distintas a las suyas.