Rebeca Argudo-ABC

  • Es más fácil silenciar que rebatir con argumentos

El diario ‘Público’ despedía estos días a Barbijaputa y el Sindicato de Periodistas de Madrid salía en defensa del medio y no de la columnista. La articulista era despedida, además, después de que no se publicase una columna de opinión suya en la que se significaba a favor de la sentencia del Tribunal Supremo británico en la que certifica que el sintagma ‘mujer’ se refiere únicamente a las hembras biológicas adultas del ser humano. Es decir, que las mujeres trans son eso, mujeres trans, y no otra cosa. O, por decirlo de otro modo, hombres que han experimentado una reasignación de sexo. Al diario ‘Público’ le ha parecido que ahí, justo en esa opinión, está el límite de la libertad de expresión. Y que, no publicarla, no es censura, sino línea editorial. Las paradojas en este asunto que relato son tantas que convierten la anécdota en una matrioska de la intolerancia y que yo, con afán entomológico, me dispongo a diseccionar. Voy: tenemos a la columnista conocida como Barbijaputa siendo censurada por sus opiniones, primera muñequita, siendo ella una de las que durante años ha exigido (y celebrado) la cancelación de muchos de los que expresábamos opiniones discrepantes con el feminismo hegemónico, cuando el feminismo hegemónico era el que representaba ella y no otro. Barbijaputa es de las vocingleras que defendía que solo las ideas correctas, entendiendo por ‘correctas’ aquellas que coinciden con las suyas, pueden expresarse en voz alta. Ahora apela, airada, a una libertad de expresión que ella misma negaba a otros cuando alentaba linchamientos mediáticos contra todo el que osaba disentir. Y tenemos a un periódico, segunda muñequita, que se declara «comprometido con la libertad de expresión y el debate de ideas», pero que censura una columna de opinión porque no está de acuerdo con la idea que defiende. Parece un compromiso un poco endeble este, o comprometido con la idea contraria, pues lo que hace es precisamente lo opuesto a lo que dice hacer. Y, aun teniendo razón en que no existe una obligatoriedad por su parte de publicar todo aquello que se le propone, si quien lo hace es un columnista con quien mantiene una relación de colaboración consistente en que éste escribe periódicamente un artículo expresando sus opiniones, y su rechazo es motivado porque esa opinión en concreto no es del agrado del responsable de su publicación, de no ser censura, se parece mucho. Y, lo que está fuera de toda duda, desde luego, es que no está defendiendo la libertad de expresión ni está promoviendo el debate de ideas. Pero es más fácil silenciar que rebatir con argumentos, claro. Tenemos también a un Sindicato de Periodistas, tercera muñequita, que ante este hecho emite un comunicado defendiendo al medio y no a la periodista, y denunciando una «campaña de acoso y desprestigio». Y conviene recordar, por concluir, que Elizabeth Duval, cuarta muñequita, fue miembro de la junta ejecutiva de este sindicato hasta su nombramiento como portavoz de Feminismo, Igualdad y Libertades LGTBIQ+ (espero no haberme dejado ninguna letra ni signo) de Sumar. Y a Elizabeth Duval no le gusta que digamos que no es una mujer. Chimpún.