Mikel Buesa-La Razón
- La ministra de Economía hace ingentes esfuerzos para convencernos de que lo que señala nuestra vida cotidiana es solo un espejismo
Según Nadia Calviño España arrancó el año actual «con un motor económico sin precedentes». Fiel a su desbordante optimismo –o tal vez porque ya ha aprendido a tergiversar la realidad por motivos electoralistas, lo que por cierto en economía es fácil porque la gente se apabulla con unos números que no entiende–, la ministra de Economía hace ingentes esfuerzos para convencernos de que lo que señala nuestra vida cotidiana es solo un espejismo. Curioso, porque ese sentir coincide con lo que refleja la Contabilidad Nacional en cuanto se desmenuzan sus datos; o sea, que con fluctuaciones no muy marcadas portamos sobre nuestros hombros tres lustros de estancamiento, de tal modo que el actual PIB por habitante, descontada la inflación, apenas supera en quinientos euros el que se registró en 2007, justo antes de los estragos de la crisis financiera.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía, señaló que el crecimiento económico se desenvuelve básicamente por dos vías diferentes: una, a la que designó «por inspiración», es el fruto del ingenio y la tecnología, generadores del avance en la productividad; la otra, que denominó «por transpiración», se deriva en cambio de la acumulación de factores productivos, muy importantemente de trabajadores que sudan la camiseta. Este último ha sido el modelo dominante en la economía española durante las últimas cuatro décadas; y sus notas características –aumento del empleo y estancamiento de la productividad– se han ido acentuando con los años. Durante el período en el que ha gobernado Pedro Sánchez –apoyado en el quehacer de Calviño– también: todo el crecimiento se ha basado en la expansión del empleo –567.000 trabajadores entre 2018 y 2022, lo que supone un aumento del 2,3 por ciento–, pero como la productividad ha caído en un 2,7 por ciento y la población ha subido en 1,8 por ciento –886.000 personas–, el PIB per cápita ha disminuido en un 0,2 por ciento.