Alberto Ayala-El Correo
- Sánchez incia una carrera de 25 días para persuadir a los ciudadanos de que no es cierto que sea un líder poco fiable, sin palabra
Feijóo camina hacia la victoria en las elecciones generales del 23 de julio, según todas las encuestas. Victoria, eso sí, insuficiente para alcanzar La Moncloa en solitario. Lo más probable, salvo sorpresa final a la andaluza, es que deba pactar. Y a tiro, además de UPN y los canarios, sólo tiene a otra sigla: Vox. Sánchez no arroja la toalla. Quiere creer que el vuelco aún es posible. Y para lograrlo ha planteado una batalla en dos frentes. El primero, recuperar la credibilidad perdida por méritos propios. El segundo, los pactos… del adversario.
Y ahí tenemos al presidente lanzado a una cruzada mediática de radio en radio y de tele en tele concediendo entrevistas a quienes no quiso hacerlo durante años. Algo nada inusual por aquí. Recuerden el empecinamiento de Aznar en negarse a ser entrevistado por Iñaki Gabilondo. Entre otros.
Una carrera de 25 días para persuadir a los ciudadanos de que no es cierto que sea un líder poco fiable, sin palabra. Y de que eso del sanchismo es una maldad injusta orquestada desde la derecha política, mediática y económica, que existir existen y moverse se mueven.
Los primeros esfuerzos no le han ido mal a Sánchez, aunque parece que aún sigue lejos de su rival. Faltan los debates, su gran esperanza, en los que se ve muy superior a su adversario. De momento habrá un único cara a cara el 10 de julio en Atresmedia. También, y pese a la negativa del líder conservador a pisar la televisión pública, PSOE, Vox y Sumar han acordado debatir el 17 de julio en TVE. Con o sin Feijóo. Pero lo que está alimentando dialécticamente a las izquierdas son los pactos autonómicos y locales del PP con Vox. Por las cuotas de poder que han cedido los primeros a la ultraderecha, especialmente generosas en Valencia. Y sobre todo por la carga ideológica con la que están transigiendo los de Feijóo ante los de Abascal.
Se pensaba que el PP retrasaría estos acuerdos hasta después de del 23-J. La celeridad y generosidad del PP valenciano en pactar con Vox y, en sentido contrario, la negativa inicial de la presidenciable conservadora extremeña a tener consejeros ultras han suscitado una notable agitación en el PP. María Guardiola, tras recibir duras críticas desde Génova, en especial de Esperanza Aguirre, amagar con marcharse y prescindir de su asesor de cabecera, ha aceptado obedecer a Feijóo. Ayer mismo pactó cogobernar Extremadura con Vox, que tendrá una consejería. Prestigio perdido, todo; pero ya saben que fuera hace mucho frío.
Ha sido el mayor trastorno para el líder del PP, que no lleva una mala precampaña. Salvo algunas rectificaciones: ahora dice que no tocará la reforma laboral, que el PP votó en contra. Meteduras de pata como que el kilo de naranjas está a ¡doce céntimos! E intentos de no mojarse sobre la ley de eutanasia mezclando la muerte digna con la sedación para enfermos terminales. Si no hay remontada de las izquierdas, PP y Vox estarán obligados a entenderse y Abascal tendrá que compartir vicepresidencia con una mujer del PP. Los pactos de Sánchez, además de Sumar, están menos claros. Al margen de que ahora nos dijera una cosa y luego hiciera otra. A eso lo llama «cambiar de criterio». Y añade que es lo hicieron Suárez con el PCE y Felipe González con la OTAN. Así visto…