- Es el eterno dilema que plantean al individuo todas las dictaduras. Porque, si no crees, de una manera u otra acabarás muriendo
Me he permitido usurpar el título del trabajo con el que el profesor Claude Quétel describe la realidad ocultada durante siglos sobre la Revolución Francesa. Dice Quétel “Pero, ¿y si lo que se ha presentado durante tanto tiempo como el levantamiento de todo un pueblo no fuera otra cosa que la locura asesina e innecesaria de un puñado de parisinos ebrios de ideología que provocaron una guerra civil cuya memoria aún divide al mundo entero?”. El profesor, que lleva el veneno del historiador inoculado en sus venas, nos tiene acostumbrados en sus obras a analizar, desmenuzándolos, los hechos a partir de los procesos ideológicos que conducen a ellos. También, como buen francés, no desaprovecha jamás la oportunidad de servirnos en sus buenas dos docenas de libros un bon mot.
Me parece singularmente acertada la descripción de aquellos jóvenes petulantes que acabaron por, o bien asesinarse los unos a los otros, o convirtiendo aquella revolución en un imperio autocrático bajo la égida de Napoleón. “Ebrios de ideología”. Justo. Es la manera más eficaz para describir a los dirigentes separatistas que están vendo como la olla ha llegado a un punto tal de calor que el líquido empieza a hervir, saliéndose del recipiente.
Hemos visto a la presidenta del parlamento, Laura Borrás, negar la posibilidad de responder en español a nadie, porque el catalán es la lengua propia de la cámara catalana. Ha llegado incluso a decir que si lo tuviera que hacer, ¿por qué no también contestar en amazigh, el dialecto bereber? Es decir, para la supremacista, el español está tan vinculado a ella y a su ideología como lo que se habla en el Rif, incluso es muy posible que se sienta más cercana en sus afectos a la lengua magrebí que a la de Cervantes. También opina que la generalidad debería hacerse con el control de aquellos centros educativos en los que se ceda al chantaje de implantar asignaturas en español. Chantaje. Es decir, cumplir las sentencias es chantaje para los partidarios de Puigdemont. La decisión de los padres de llevar a sus hijos donde lo crean más oportuno no cuenta para nada. Si hay díscolos, ya se hará cargo el gobierno separatista y los pondrá en vereda.
O crees o mueres, en este caso civilmente. Decimos en este caso porque, tras el ataque a la casa cuartel de la Guardia Civil en Figueras, sabemos que existe una organización llamada Acció Per La Independencia – la pueden encontrar sin ningún problema en Tuiter – que lo reivindica diciendo “Nueva acción contra las fuerzas de ocupación en homenaje a los maquis y resistentes contra el régimen. ¡Pasamos al ataque, que se vayan!”. Es un tono que debe agradar muchísimo a quienes piensan que España es un cuerpo extraño a “su” Cataluña.
La máscara del separatismo cae cada día más y más, porque en la misma página de esta organización se advierte al rector de la UAB, al que culpan de haber permitido la entrada de la policía para proteger a estudiantes constitucionalistas de las hordas nazi-separatas, con un rotundo “Señor Rector, aténgase a las consecuencias” para, a renglón seguido, exigir su dimisión y atribuirse las pintadas en su contra con una frase terrible “La pintura es tan solo un ejemplo y un aviso de nuestra capacidad”.
Ebrios de ideología, ebrios de maldad, ebrios de racismo, ebrios de una violencia que buscan y de la que se quejan cuando el estado la emplea democráticamente en su contra, en legítima defensa. Estas gentes solo entienden una cosa: o crees en ellos, o mueres. Insisto, de momento, solo civilmente. Pero no me gustaría depender de la piedad de estos caballeritos.