EL MUNDO 08/01/15
ARCADI ESPADA
EL EXPRESIDENTE Zapatero estuvo ayer en la puerta de la embajada de Francia en Madrid. Bien hecho. El expresidente se mostró conmovido por la matanza de Charlie Hebdo. Siempre es un buen momento para mostrar solidaridad. Pero a mí, debo confesarles, las palabras del expresidente me supieron a poco. No hubiera sobrado, todo lo contrario, que hubiera dicho algo parecido a aquello que escribió en el año 2006, en un artículo firmado al alimón con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y publicado en el International Herald Tribune, y que mi lector Antonio Donaire tiene a bien recordarme en esta tarde de odio, en que han matado a Wolinski, aquel tierno y desvergonzado Wolinski de las francesitas desnudas y del amour tout le temps. Este párrafo de Zapatero, tan mesurado, qué bien habría ido: «La libertad de expresión es una de las piedras angulares de nuestros sistemas democráticos y nunca vamos a renunciar a ella. Ahora bien, no existen derechos sin responsabilidad y sin respeto por las sensibilidades diferentes. La publicación de estas caricaturas puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y, por tanto, debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político». Ahora bien, dice. Moral y político, dice. Nada distinto, por cierto, de lo que añadió el Consejo del Culto Musulmán de París después de condenar el atentado que destruyó en el año 2011 la redacción de Charlie Hebdo: «Sin embargo, los musulmanes consideran una ofensa hacer una caricatura del profeta». Espero que ahora el Consejo no haga como Zapatero y mantenga su línea. Sería decepcionante que la corrección política y la mesura se acobardaran por doce muertos.
Pero, en fin, admito que puede que sea injusto con el expresidente. Puede que aquel aliado de las civilizaciones haya dejado atrás la adolescencia. Y que ya entienda que lo que llamamos Occidente, su abrasadora superioridad moral, es ese lugar donde a las caricaturas se les responde con caricaturas y a las palabras con palabras. Y que cualquier forma de presión sobre esa libertad elemental afecta a nuestro pacto de civilización y es la grieta que acaba desencadenando las catástrofes. Porque este lenguaje concesivo, cuando no decididamente adversativo, estos aunque o ahora bien, estos pero o sin embargo no hacen otra cosa que señalar la necesidad de castigo. Lo sustancial de la matanza de Charlie Hebdo no es solo que sea un crimen. Es crimen y castigo, y es esto último lo que sigue explotando en mis sienes.