JON JUARISTI – ABC – 15/01/17
· Lo mejor que los padres pueden hacer con la sexualidad de sus hijos es dejarla en paz.
En paradas de autobuses urbanos y en estaciones del metro de Bilbao pueden verse estos días grandes anuncios de una asociación de padres de menores transexuales denominada Chrysallis («crisálida»), en los que, bajo una leyenda que reza «¿Sabes que hay niñas con pene y niños con vulva?», un dibujo representa a cuatro rapazuelos desnudos correteando cogidos de la mano, dos de ellos con genitales masculinos a la vista (se supone, de acuerdo con la leyenda, que son niñas) y dos con genitales femeninos (¿niños?).
Es obvio que el recurso al dibujo viene impuesto por la imposibilidad de utilizar fotografías de niños reales. Incluso si sus rasgos faciales aparecieran pixelados, se consideraría pornografía infantil. En realidad, la ilustración no deja de ser turbia. No guarda una relación directa con la leyenda del anuncio, y alguien con mala uva podría denunciar al anunciante por difundir pornografía destinada a pederastas fácilmente excitables. El dibujo está de sobra. La leyenda expresa, sin necesidad de apoyo icónico, lo que la entidad promotora quiere transmitir al público: o sea, que, a su juicio, hay niñas con pene y niños con vulva.
Pero pensemos en una tercera posibilidad: una imagen fotográfica que, bajo la susodicha leyenda, mostrase a cuatro rapazuelos cogidos de la mano, dos de ellos castamente vestidos de niños y dos de niñas. Terrible. Sería una solución aún más pornográfica que las de los ejemplos anteriores, porque apelaría al espectador a imaginar los genitales ocultos bajo los vestidos. No se trataría de mera ostensión, sino de incitación abierta.
No hay solución inocua porque, como es evidente, el problema no está en la imagen, sino en el texto del anuncio, que es por definición perverso, es decir, desviado de la norma. Hasta ahora no he introducido ninguna valoración moral de lo que se enuncia (lo que no significa que renuncie a hacerlo). Si alguien afirma que hay niñas con pene y niños con vulva es porque la norma es que los niños tengan pene y las niñas vulva. Si la norma fuera la inversa o, sencillamente, no hubiera norma, el texto del anuncio y el anuncio mismo carecerían de sentido. Si lo tienen, es porque se apartan de la norma, porque se desvían, porque son un texto y un anuncio perversos.
Ahora bien, en las sociedades occidentales lo perverso no es criminal, aunque existan criminales de todo tipo, perversos y acordes a la norma. La perversión sexual está descriminalizada, al contrario de lo que sucede en los países musulmanes, donde se encierra y se ejecuta a los homosexuales (si uno lee los Avisos de Barrionuevo se enterará de que lo mismo pasaba en la España del Siglo de Oro, pero ya no pasa entre nosotros y es un avance). Entonces, si la perversión no se persigue por la ley, ¿a qué viene el anuncio de marras?
Es muy justo defender a los escolares homosexuales del acoso de sus compañeros, pero pretender que se acepte la desviación como norma resulta bastante estúpido. Hacerlo recurriendo a publicitar casos concretos de niños «transexuales» no está penado. Sin embargo, que los padres aireen la sexualidad de sus hijos no deja de ser indecente, aunque se aleguen las mejores intenciones. En general, lo mejor que los padres pueden hacer con la sexualidad de sus hijos es dejarla en paz.
Asumir la sexualidad propia y la responsabilidad que comporta, con todos los problemas que cada opción individual plantee, es un requisito indispensable para convertirse en sujeto. Y nada de crisálidas. Hay nombres desafortunados, y el de crisálida para la transexualidad humana es uno de ellos. Tanto sostener que el género es una opción cultural para terminar en la entomología.
JON JUARISTI – ABC – 15/01/17