Editorial-El Correo

  • Los socios de investidura y de Gobierno marcan distancias con Sánchez por su deficiente respuesta a la corrupción en una legislatura al límite

Como se venía venir, el ventilador de la corrupción se enchufó ayer en el Congreso. El duro intercambio de casos entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo durante la sesión de control no debería ocultar el significativo cambio de guion introducido por los partidos que arropan al presidente. El terremoto desatado por la trama de mordidas urdida por José Luis Abalos, Santos Cerdán y Koldo García ha hecho mella también en Sumar, socio de Gobierno, y en los aliados de la investidura. La nueva pantalla abierta por el escándalo proyecta una elocuente crisis de confianza en la gestión de Sánchez, constatada por él mismo en las reuniones a puerta cerrada con sus interlocutores al término de un bronco debate en la Cámara.

Aunque aún no haya llegado al ecuador, el mandato se ha situado en un punto límite. Yolanda Díaz plantó al presidente, mientras Podemos da por «muerta» la legislatura y ERC pide aprovechar «el tiempo que a esto le quede» para reactivar la agenda social. Hasta su foto ahora les incomoda, reflejo de la deficiente respuesta ofrecida por Sánchez a la corrupción en su equipo de confianza. Solo Junts y EH Bildu se fotografiaron con él. Los primeros, por colocar a su lado a Jordi Turull, en el primer encuentro oficial con un condenado por el ‘procés’. Los segundos, interesados en consolidar su ‘normalización’ de la mano de los socialistas, tanto en Madrid como en Navarra.

Pese a saberse ‘tocado’, Sánchez sigue activado en el modo ‘y tú más’. Pero escaso favor hace a su declarada lucha por la regeneración democrática tratar como una «anécdota» un escándalo que salpica de lleno a sus dos últimos secretarios de Organización. Está por ver si acepta el guante lanzado por sus socios de investigar también a las constructoras presuntamente implicadas en el pago de comisiones ilegales a cambio de adjudicaciones de obra pública.

Los desmarques de los partidos que, pese a todo, siguen apoyando a Sánchez son estrategias calculadas para gestionar una crisis que nadie se atreve a cerrar del todo por miedo a que la UCO destape nuevas ramificaciones. Pero por el interés general que dicen defender, no deberían volcar toda su acción política en aprovecharse de la manifiesta debilidad del Gobierno para sacar la mayor rentabilidad posible en beneficio propio. Es importante que sus aliados abran una reflexión sincera sobre qué papel quieren desempeñar en lo que quede de legislatura antes de lanzarse a «mercadear», en definición ayer del PNV.