Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 18/4/12
En relación al expolio cometido por Argentina al nacionalizar YPF, la Vicepresidenta Sáez de Santamaría ha pronunciado una frase rotunda y acertada: “Las medidas no se anuncian, se adoptan”. Aplicando esta misma filosofía al conjunto de reformas que el Gobierno está llevando adelante para superar los graves problemas de nuestro sistema financiero, de nuestra deuda soberana y de nuestro modelo productivo, este lema debería ampliarse así: “Las medidas no se anuncian, se adoptan y se explican”. En efecto, cuando un país se encuentra sumido en el desánimo y la confusión porque muchos de los supuestos sobre los que había organizado su vida se desmoronan, sus activos se deprecian, las oportunidades se estrechan y se le exige que acepte sacrificios para los que nadie le había preparado, la labor del gobernante rebasa lo que Octavio Paz llamaba “la administración de las cosas” para entrar de lleno en la esfera del auténtico liderazgo, es decir, la capacidad de hacer entender, de convencer y de guiar. Este nuevo enfoque, que implica una elevación del nivel de la acción política, tiene como consecuencia inevitable el abandono del pasteleo entre partidos, la revisión sin complejos de los fundamentos del sistema y el establecimiento de una conexión directa y estrecha entre los que gobiernan y la sociedad. Dicho de otra forma, la prioridad de la mayoría absoluta parlamentaria desde la perspectiva de la comunicación no ha de ser la negociación con los restantes grupos de la Cámara, sino el contacto abierto y permanente con los ciudadanos. No se trata, sin embargo, de sustituir la democracia representativa por la directa, planteamiento que la experiencia ha demostrado muy peligroso. En esta etapa que requiere cambios profundos en el plano institucional y la creación de un espíritu colectivo de patriotismo reforzado y de regeneración moral, la interlocución entre los que tienen la responsabilidad de dirigir y los que son dirigidos ha de realizarse a través de canales inéditos mediante los cuales el parado, el pequeño empresario abocado al cierre, el estudiante al que le suben las tasas universitarias, el paciente obligado al copago sanitario, el autónomo ahogado por los impagos, el titular de hipoteca amenazado de desahucio y el funcionario que ha visto reducido su sueldo, comprenda el origen de sus dificultades, aprecie el sentido de las decisiones y de las iniciativas legislativas emprendidas y esté dispuesto a prestar su colaboración y su aquiescencia a partir de la certidumbre de que los errores del pasado no se repetirán, de que existe un camino de salida y de que se imponen otros valores y otras actitudes. Por mucho que el Gobierno lleve razón en su ejecutoria, si no consigue establecer contacto verdadero con las mentes y los corazones de los españoles, arderán los contenedores, se romperán las lunas de los escaparates, las huelgas se multiplicarán, la confianza se disipará y se ampliará el espacio para la irrupción de los populismos y las demagogias de la peor especie. Cada persona, obviamente, posee un carácter y una disposición aptos para ciertos cometidos y menos adecuados para otros. En esta hora dramática de nuestra historia, todos hemos de sacar fuerzas de flaqueza y al igual que España está obligada a renovarse y a asumir que su marco conceptual y ético dominante ya no es válido y que ha de ser sustituido por referentes sólidos y seguros que reemplacen el relativismo deletéreo que nos ha arrastrado al fracaso, aquellos que ocupan por la voluntad de las urnas el puente de mando del Estado deben esforzarse por adquirir cualidades y aptitudes incluso ajenas a su configuración psicológica. La libertad de ser como uno es, indiscutible en el ámbito privado, queda limitada en el terreno publico cuando las más altas magistraturas se desempeñan en circunstancias excepcionales que no admiten debilidades, complacencias, excusas ni demoras.
Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 18/4/12