ABC 19/01/17
ISABEL SAN SEBASTIÁN
· La presidenta de la Comunidad de Madrid está en el centro de la diana popular y socialista por negarse a exprimirnos aún más
LA Conferencia de Presidentes, ese cónclave a-constitucional celebrado en ausencia de los representantes del País Vasco y Cataluña, causa y origen del actual desmadre autonómico, ha llegado a una única conclusión: seguir gastando. Más allá de la palabrería hueca, las fotos de familia y la dicha de coincidir en la necesidad de revisar el sistema de financiación, sin precisar en qué dirección o cuantía piensan materializar tal propósito, los más altos responsables de nuestra Administración territorial, unidos en un gran abrazo al Gobierno de la Nación, anuncian su determinación de continuar viviendo muy por encima de sus posibilidades. Y como no albergan intención alguna de enmendar esta práctica ni desean verse señalados por el dedo acusador de los «paganos» agraviados, concentran sus reproches en la única gestora fiel al discurso tradicional del PP, Cristina Cifuentes, en el centro de la diana por negarse a exprimirnos aún más. Nada de igualar por el tramo bajo de la tabla; ¡a subir todos! «No corráis, que es peor», parece ser el lema de este centro-derecha nominal, antaño paladín de la austeridad, hoy convertido a la «alegría» presupuestaria. «Caminemos todos juntos, y yo el primero, por la senda del déficit, la deuda y las subidas de impuestos», proclama con sus actos el ministro de Hacienda, enemigo enconado de esa Madrid empeñada en negarse a seguir sus pasos.
De manera casi unánime acuerdan Sus Excelencias cargar sobre nuestras espaldas el peso de su derroche. Derroche, sí, porque no hay otra forma de calificar sus políticas de empleo público en la actual coyuntura económica. Desde que arrancó la crisis, las comunidades autónomas han ampliado su plantilla en casi un 3 por ciento, y las universidades dependientes de ellas en un 53,5 por ciento, mientras el sector privado se dejaba dos millones largos de puestos de trabajo, equivalentes al 15,5 por ciento, además de recortes sustanciales en los sueldos. Por ahí quieren avanzar en los meses venideros nuestros próceres patrios, a costa de perpetuar la sangría de exacciones. Ya no hay discrepancia alguna entre barones socialistas y barones populares. Unos y otros coinciden en su ambición de poder, necesitada de fondos con los que dotar pesebres. De ahí que aparquen sus siglas en aras de doblegar a la que resiste, la que honra su compromiso electoral y la historia de una comunidad gestionada con enorme éxito a pesar de Cristóbal Montoro, la que se mantiene fiel al ideario liberal y demuestra año a año que se crece y se recauda más reduciendo la presión fiscal antes que apretando tuercas. Ella es la mala, la enemiga a batir, el espejo en el que no quieren mirarse los traidores a sus propias recetas. Antes que ella lo fueron González y Aguirre. Madrid imprime carácter.
Hace bien la presidenta Cifuentes negándose a doblar la rodilla. Hace bien negándose a gravar los ahorros conseguidos después de pagar la correspondiente gabela al trabajo o las herencias y donaciones de padres que ya tributaron en su día por los bienes legados a los hijos. Hace bien negándose a subir el tipo máximo de IRPF por encima del 43,5 por ciento (¡ya está bien!) para financiar embajadas en el extranjero, subvenciones injustificables o policías autonómicas. Hace bien presumiendo de presidir la comunidad más solidaria, la que nutre casi en exclusiva el Fondo de Compensación Interterritorial, a la vez que la más habitable en términos de fiscalidad.
Madrid debería ser el modelo a seguir, al menos por el PP. Se ha convertido en la pieza a batir, precisamente por cosechar éxitos sin renunciar a la coherencia. ¡Resiste, Cristina! Tú eres la que va en la dirección correcta.