Cristina Seguí lo empezó y justo es rendirle el tributo que merece por su contribución a la justicia, ahora que Mónica Oltra se encuentra acorralada en el plano político y en el penal. Así lo contaba en su artículo de EDATVNews:
«Que se filtre la identidad de la víctima de La Manada puede arruinar su vida. Es ya el colmo del escarnio hacia la víctima. Si ha sido un error, espero que se depuren responsabilidades». Son las palabras de Mónica Oltra el pasado 9 de mayo de 2018 en Cuatro al Día sobre la filtración de los datos de la víctima de La Manada a los medios de comunicación. Eran otros tiempos.
Era cuando las presentadoras de televisión bebían los vientos por Mónica en lugar de por el Patriarcado. De cuando la vicepresidenta de la Generalidad Valenciana levitaba por los platós de televisión como una suerte de vedette profética de los derechos de la mujer. Más que entrevistarle, las maduritas rutilantes de «la brecha salarial» con 6 ceros en la nómina, le tocaban el manto. Era una virgen moderna. No como esas bolleras que se daban el lote con otra afro en los carteles de Compromís para ofender a los católicos, sino más bien como una que se lo daba con un marido que toqueteaba a las niñas y que, como su consorte, mancillaba enclaves religiosos como si fueran los rincones privados de su lenocinio.
Aquellas palabras las pronunció 9 meses después de ordenar ella un informe ilegal y parajudicial a su Consejería para arruinar la vida de la niña de 13 años abusada repetidamente por su marido. Un informe con cubierta de oro y en arial 14 con la prestancia puede tener un informe cuya autora maneja 1.942 millones de presupuesto anual. Con tanto dinero, uno hasta se puede pagar una sentencia administrativa que viole sus propias leyes feministas detallando el nombre y los apellidos de la menor que su marido se metía en el cuarto de castigo para hacerse pajas, y regalarle a él el estatus de «persona afectada», sic.
Como ella dijo sonriente a Carmen Chaparro sobre «La Manada de Pamplona», meses después de aquel encargo, «el colmo del escarnio hacia la víctima».
Un informe que encargó el 4 de agosto de 2017 al centro privado de atención psicológica Espill, en atención a Isabel Añó, una de las imputadas por el encubrimiento institucional, y pagado con dinero público para ayudar al pederasta que había cortejado a Mónica en algún antro donde no se liga con niñas asegurando que la cría, aún sin edad para pagar cuota a La Mafia oenegista feminista, era una mentirosa. Aquello sí fue «presión ambiental», y no una orgía en Pamplona dentro de un portal.
Mónica guardó aquel informe parajudicial dos años, y se lo entregó al abogado de su marido para recurrir su primera condena en diciembre de 2019, y que Ramírez Icardi logró anular por un defecto de forma. Todos hemos hecho alguna tontería por amor, ¿eh Mónica?. Aquel encarguito, y no precisamente haberse enamorado de un porteño al que le gustaban las niñas, fue la perdición de Mónica que, como el resto de las feministas, nunca ha sido muy lista. Resulta evidente que ser la jefa de un ejército de tubérculos intelectuales con farmatint púrpura no te convierte en Churchill, y por eso, ahora a Mónica le rondan las togas en lugar de las maduritas de prime time.
De los 13 imputados por encubrimiento institucional que tiran de su soga, 11 son mujeres. Son La Manada de Oltra. Todas feministas. Todas majorettes del 8M. Todas odiadoras profesionales de hombres. Excepto de los pederastas.
Capítulo aparte, es que, una vez más, no puedo romper el techo de cristal de estas tías, que no es el de la pasta, sino el de la estética, y el del aseo personal por lo que he podido apreciar en el paseíllo judicial. Todas orgullosas de su fealdad y de la falta de tinte, no sea que el paso por una esteticien las cosifique. Aún más que una encubridora de pederastas dispuesta a usarlas para esconder una orden de alejamiento judicial de su marido a una niña a la que aún no le había venido el período.
Ya lo ven. El feminismo como carta de impunidad para delinquir, la libertad individual, y el valor ajeno al sexo es lo que me llevó a interponer una querella como acusación popular en abril de 2021. A partir de ahí, colectas para pagar abogados, procuradores. Que una no recibe ni un euro de los 1.942 kilos. En medio, el revés que nos dio en su archivo por «no apreciar indicios» el magistrado elegido por Compromís, Podemos, y el PSPV en 2019 como premio de su acoso a Camps en su época de fiscal anticorrupción. El recurso, ampliaciones de querella, la espera de un año, y la querella instrumental que Oltra me interpuso para apartarme del caso, expulsiones de rueda de prensa. Ha valido la pena, porque ahora la vedette es una mofeta, los medios que callaron desvelan titulares que llevo un año sacando, y los de Vox del Sr Jose María Llanos, han pasado de «no cogerme el teléfono» a presentarse la última semana como acusación popular. La Manada de Oltra sentada en el banquillo… Joder, desde luego que ha valido la pena…