IGNACIO CAMACHO-ABC

Cifuentes es el gato de Schrödinger de la política española. Su suerte está sellada en la mente hermética de Rajoy

EN su famoso experimento imaginario, el físico Schrödinger encerró un gato en un cajón con un dispositivo compuesto de un recipiente de gas tóxico y una partícula de uranio capaz de liberar el veneno si se desintegraba. Como la probabilidad de división de la partícula era del 50 por ciento y el contenedor era opaco, la suerte final del felino –en lógica, independiente del observador externo– sólo podía saberse abriendo la caja; en teoría tenía tantas opciones de perder la vida como de conservarla. Discutida de forma extenuante por los expertos, desde Heisenberg a Einstein, en realidad se trataba sólo de una paradoja contradictoria y abstracta sobre la superposición de estados y el valor de la relatividad en la ciencia cuántica.

A día de hoy, la supervivencia de Cristina Cifuentes es el gato de Schrödinger de la política española. Su destino real está sellado en la mente hermética de Rajoy, que acaso ya haya liberado el átomo letal. En algún momento el presidente abrirá el estuche pero ahora le interesa mantener la incógnita, en parte por su estereotipado afán de manejar los tiempos y en parte para mantener ante su electorado la presunción de inocencia –es decir, de vida– de la presidenta. Sólo que, a diferencia del célebre minino cuántico, su expectativa de salir indemne de la experiencia es nula porque la oposición, con la ayuda de Ciudadanos, está dispuesta a ejecutarla fuera de la caja mediante una moción de censura.

La necesidad del PP de ganar tiempo la sostiene con una vida teórica. Aunque da discursos y va al despacho, está confinada en la arqueta del pragmatismo marianista; el plazo de su continuidad depende de lo que el líder tarde en abrirla. Mientras eso ocurre, está teóricamente viva y muerta a la vez, como sostenía la Escuela de Copenhague, pero una de las dos ondas colapsará en el momento del desenlace. Es mucho lo que el poder de Madrid representa para los populares: cientos de cargos, millones en sueldos y toda la capacidad de decisión administrativa que un Gobierno tiene a su alcance. Rajoy alarga la espera por el prurito político de la iniciativa, para no parecer un títere de Cs, para empujar a Rivera a decantarse. Quiere que su socio y rival se acerque a la izquierda para ver si ese amago asusta a algunos de sus votantes. Estamos ante un pulso electoral, de carácter estratégico, ante el que el futuro del gato, como sostenía ayer Mayte Alcaraz, ya no importa a nadie.

Claro que Cifuentes tiene una alternativa, que no la salvaría pero podría otorgarle en su propia tragicomedia un papel con cierto aire. Consiste en dimitir, en zanjar por sí misma la cuestión con un gesto irrevocable. Al fin y al cabo, si los gatos tienen vidas siempre le quedará alguna para autorrescatarse. Y sería la primera vez que el ensayo de Schrödinger, que era meramente hipotético, acabara en la sorpresa final del morrongo suicidándose.