JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 01/12/14
· Mas ya no quiere dialogar. Quiere la independencia. Incluso la ha programado en los próximos 18 meses.
El «Rajoy cierra la puerta a un pacto político con Mas al margen de la Constitución» de algunos titulares no merece tal honor. Más bien indica la degradación de nuestra democracia. Degradación, sí, al poner la política por encima de la ley. Que es lo que viene haciéndose en España, al llevarse el dinero público para el partido o para uno mismo o al vender parte de la soberanía a cambio poder seguir gobernando, como han hecho PP y PSOE. Espero que coincidan conmigo en que el titular lo merecería si Rajoy hubiera estado dispuesto a pactar con Mas al margen de la Constitución, pues lo normal en democracia es que no lo esté. Pero ya ven, eso tan lógico se considera inusual e incluso criticable tanto en Barcelona como en Madrid.
Se critica también a Rajoy que haya ido a Barcelona a hablar a los catalanes que se sienten también españoles. ¿Qué querían? ¿Que los siguiera olvidando, pactando con los que no quieren ser españoles? ¿Que fuera a decir a Mas lo que Zapatero dijo a Maragall, «te daré lo que me pidas», con el resultado de un Estatuto independentista? Pues si lo quieren, que lo digan abiertamente, en vez de refugiarse en lamentos, equidistancias y todo tipo de coartadas.
Dada la deslealtad de Mas, Rajoy ya ha hecho bastante con prometerle que seguirá financiando los déficit que ha producido su gestión disparatada, como demuestra que aún no tenga presupuesto. Lo hace, sin embargo, no como un favor, sino por aquello que le critican, por considerar que Cataluña es parte de España. Una parte importante, importantísima si quieren. Pero no tanto como para trocear una de las naciones más viejas de Europa, con una historia común que no puede tirarse por la borda por la ambición de unos cuantos.
Mas asegura que la culpa la tiene el Gobierno español. Le damos la razón en sólo una cosa: el Gobierno o gobiernos españoles no han sabido reaccionar a tiempo al auge en Cataluña de un virus que creíamos erradicado con dos guerras mundiales: el nacionalismo. No sólo no han sabido, sino que le han dado alas con una cortedad de miras que asusta, hasta convertirse en un cáncer. Mas ya no quiere dialogar. Quiere la independencia. Incluso la ha programado en los próximos 18 meses. No importa si se le permite o no. Si es legal o ilegal, como hizo con la consulta. Ha cruzado su Rubicón convencido de que, si gana, será un héroe; si pierde, un mártir. ¿Está pensando en él y sus seguidores o en los siete millones de catalanes? Tanto da, para un nacionalista no hay números ni razones, solo sentimientos.
Hemos pasado de las palabras a las acciones. La visita de Rajoy a Barcelona ha sido la primera reacción del Gobierno, tarde, pero en la buena dirección. Tendrá que haber más, muchas más. Tiene los mejores argumentos, pero Mas tiene un arma secreta: aquellos españoles que consideran más importante acabar con el Gobierno del PP que Cataluña siga formando parte de España.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 01/12/14