Ignacio Marco-Gardoqui-ELCORREO
El trabajo es hercúleo. La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, debe alcanzar un acuerdo singular para la financiación de una comunidad -no se vuelva loco en adivinar de cuál se trata, es Cataluña, claro-, dentro del marco general y común del Consejo de Política Fiscal y Económica. El asunto forma parte del núcleo irrenunciable de Esquerra Republicana exigido para votar a favor de la investidura de Salvador Illa. Y para ello debe convencer a todos los demás de que Cataluña recibirá más dinero pero sin menoscabo del resto, que recibirán lo que el Gobierno considere conveniente y encuentre entre los restos de la caja común, cuyo volumen ha crecido de manera sobresaliente al son de los ingresos del Estado.
Las comunidades autónomas del PP, que son mayoría aplastante, llevaban los deberes hechos y en ellos planteaban un cambio de reglamento que impusiera el juego de las mayorías en la adopción de los acuerdos en el seno del Consejo. Una propuesta que tiene un error inhabilitante, que la condena al fracaso inmediato y total, ya que esa pretensión de aplicar mayorías a los acuerdos dejaría a la señora Montero sin poder mangonear el sistema, con lo que a ella le gusta.
La vicepresidenta consiguió los votos de Navarra, Asturias y Castilla la Mancha que, en un alarde de mansedumbre prefieren que sea el Gobierno central quien se ocupe de ellas. Así que las cosas seguirán como hasta el presente. También se había esforzado lo suyo pues consiguió que la señora Más, representante del Govern catalán, se dignase acudir a la reunión, en contra de su costumbre.
Allí realizó un ejercicio de coherencia y como pretende guisarse y comerse el sistema ella sola, se abstuvo en una votación que al parecer ni le va, ni le viene. Sí aprovechó la ocasión para reiterar su conocido deseo de salirse del marco general y acercarse al sistema vasco. Como bien sabe, el sistema vasco es singular, pero vive al amparo de una protección constitucional de la que carece Cataluña.
Sin embargo, hace tanto tiempo que la Constitución se ha convertido en un ejemplo de ductilidad y maleabilidad que esa carencia no parece un problema insoluble. Nada que Conde-Pumpido no pueda solucionar de un plumazo.
La reunión se había convocado para determinar y repartir el déficit público, pero aparte de generalidades varias, da la impresión de que tal cosa ya no preocupa absolutamente a nadie. Aquí se va a gastar todo lo que interese a los intereses de quienes gastan. Usted, a pagar, que es su papel.