Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • Al sanchismo le conviene que la conversación política se centre en el dilema izquierda-derecha y no en el de inestabilidad-estabilidad

Si se creyera las encuestas de Iván Redondo y Félix TezanosSánchez ya estaría convocando elecciones. Sabe que va a perder y aspira a un futuro escenario con gobierno débil de Núñez Feijóo y oposición fuerte bajo su control. El mensaje de los dos oráculos es cristalino: más Vox y menos PP para que el próximo Gobierno sea tan inestable como el actual. Para lograr sus objetivos les va de perlas que Santiago Abascal ignore cualquier compromiso con la gobernabilidad en beneficio de un quimérico sorpasso al PP. El pasado 12 de octubre el líder de Vox mordió ese cebo prestándose a la escenificación preferida del sanchismo. Sánchez y Puente bostezaban en la tribuna del desfile, tal que activistas anti-OTAN, y el líder de Vox en la calle, junto al pueblo indignado, les proporcionaba el contrapunto perfecto para la performance. Extremo contra extremo. “Yo creo que nos conviene que haya tensión”, le confesó en su día Zapatero Iñaki Gabilondo. En eso están.

Abascal cree que puede reproducir la hazaña de Javier Milei y desplazar a Feijóo, como el argentino al líder de centroderecha Mauricio Macri. Las consecuencias a la vista están: el otro extremo, el kirchnerismo moribundo, resucitó y barrió en las últimas elecciones de la provincia de Buenos Aires. En la coalición radicalizada del sanchismo nadie duda de los beneficios de la política de trincheras: achicar la centralidad que representa Núñez Feijóo y ensanchar los extremos, donde han ubicado al PSOE. A ese fin sirve la política basada en la explotación de emociones tribales identitarias. En este objetivo es vital que Vox entre al trapo. Cualquier material sirve para armar la música de combate: Gaza, Trump, el gasto militar, Franco, la RAE, incluso el aborto. Si el Gobierno sanchista usa la inmigración descontrolada como recurso ideológico para movilizar electorado, necesitan un contraste para dar verosimilitud al montaje. Abascal tendrá que decidir si asume someterse a ese papel de sparring.

Meloni y Orbán

Al sanchismo le conviene que la conversación política se centre en el dilema izquierda-derecha y no en el de inestabilidad-estabilidad. En esa estrategia de desvío de la atención, Abascal es funcional a Sánchez cuando cae en la trampa de convertir todo en polarización, recurso ideal para que el Gobierno evite el examen a la gestión de la que depende el bienestar de la población. Cuando las tendencias electorales testadas demuestran que la transferencia de votos entre bloques ha provocado un vuelco y la mayoría sanchista hoy apenas supera los 150 diputados, el principal desafío político de Vox es sobre si apuesta por contribuir a la gobernabilidad en el nuevo ciclo político o se limita a ser partido-protesta. De Giorgia Meloni, lo que importa es que ha dado estabilidad política a Italia. Por el contrario, Viktor Orbán es hoy fuente de inestabilidad en Hungría y las encuestas le castigan con una caída espectacular, superado por un nuevo partido centrista que lograría más del 50% de los votos. Países estables o inestables, esa es la cuestión en toda Europa.

«Teléfono de la esperanza habitacional»

Sánchez intenta sacar petróleo de la decisión de Vox para concentrar toda su artillería en dar leña a Núñez Feijóo, incluso con prácticas similares a las sanchistas para convertir los bulos en hechos y los hechos en bulos. En ese escenario no lo tiene fácil el candidato del PP para impedir que los disfraces ideológicos salven a un Gobierno que renunció a gobernar. La postura de Vox dificulta su principal desafío, el de centrar el debate público en “las cosas”, en la España real, la de la cesta de la compra y el poder adquisitivo de los salarios, la de niveles de pobreza y exclusión social a la búlgara. En esto, en la manipulación de la marcha real de la economía, es en lo que el sanchismo es más descarado. La ministra de Vivienda, tras siete años de absoluta nulidad, propone como respuesta a los precios desbocados un “teléfono de la esperanza”. Cada vez que se le paran los trenes, el ministro gamberro Óscar Puente tuitea apelando al guerracivilismo emocional. En fin, Vox tendrá que decidir si les sigue en ese juego o coopera a sacar al país del peligroso laberinto en el que está arascado.