Tonia Etxarri-El Correo

Como a perro flaco todo son pulgas, al vulnerable Pedro Sánchez se le van abriendo frentes de forma continua y ampliada y no encuentra tiempo y forma de ir cerrándolos. La insaciabilidad de sus socios independentistas le sigue empujando. Pero no avanza. El ‘procés’ de los voraces secesionistas catalanes no ha terminado porque le siguen apretando el cuello de la camisa. Quieren más pasta y, al fondo a mano derecha, sigue esperando la independencia. Será por eso que a Sánchez se le ve más a menudo asistiendo a según qué actos manifiestamente descorbatado. ¿La retirada de los objetivos de déficit para seguir negociándolos, o la reactivación de las dos comisiones parlamentarias apalabradas con Junts y la desclasificación de los informes del CNI sobre los atentados yihadistas del 17-A en Barcelona y Cambrils calmarán a la fiera? Porque Puigdemont pretende seguir humillándolo hasta ver colmados sus deseos de venganza contra el Estado español, que detesta. Ni ERC se conforma con ser tratada por la Moncloa como socios domesticados. Ni, puestos a pedir, los de Podemos.

Tampoco los nacionalistas vascos, tan facilitadores en el Congreso de los Diputados, van a dejar pasar este momento de debilidad de Sánchez para dar una vuelta de tuerca a sus aspiraciones en Euskadi. Mientras esperan que el traspaso de la gestión de la Seguridad Social vaya tomando cuerpo, recuperan, para el Parlamento vasco, el debate sobre el derecho de autodeterminación. Un anhelo explícito en el caso de Bildu y más contradictorio en el PNV que no está manteniendo una posición monolítica. Pero como la procesión va por territorios, en Gipuzkoa PNV y Bildu ya han calentado motores al haber pactado y sometido a votación en las Juntas Generales que el derecho a decidir sea incluido en la reforma estatutaria.

Directos a la llaga. Porque la inclusión del reconocimiento de Euskadi como nación, redactado de alguna forma, se daba por descontado. Pero el derecho a decidir es una línea roja para los socialistas vascos. Es lo que dicen. Por eso ayer rechazaron la moción nacionalista que resultó aprobada. Un tanto para Egibar. Un revés para Andoni Ortuzar, que está en capilla de su ronda con todos los partidos vascos menos Vox. El PNV, con la pisada de Bildu en sus talones, quiere liderar este debate. Pero la moción de las Juntas guipuzcoanas le pone en un brete. ¿Va a mantener las propuestas que pactó con los socialistas hace más de cuatro años en el Parlamento o piensa recuperar la ponencia de Bildu? El lehendakari Pradales fue expeditivo cuando avanzó su idea del nuevo estatus, aparcando el derecho de autodeterminación. Es cierto que el Parlamento vasco ahora está integrado por una mayoría nacionalista (54 de 75 escaños). Pero esa mayoría no coincide con la opinión que manifiesta la sociedad en las encuestas cuando se muestra cada vez más despegada de las obsesiones independentistas. La eterna contradicción. En Cataluña, Salvador Illa ha conseguido derivar el derecho de autodeterminación hacia una comisión. Pero en Euskadi es el PNV quien deberá decantar la balanza del derecho a decidir.