EL PAÍS 09/08/16
ALAN POSENER | (DIE WELT)
Hildesheim es una ciudad verdaderamente aburrida, no ese lugar en el que uno imaginaría que existiese una “fábrica de odio”. Sin embargo, a ella se refiere el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí cuando habla de la Escuela Superior de Ciencias y Artes Aplicadas de Hildesheim (HAWK, por su siglas en alemán): “No es una universidad. Es una fábrica de odio”, declaraba Emanuel Nahson al Jerusalem Post. Como dándole la razón, Christiane Dienel, directora de la escuela, tuiteaba: “¿Quién fabrica aquí el odio?”. De aburrimiento, ni rastro.
La cuestión es un seminario para futuros trabajadores sociales titulado “La situación social de los jóvenes en Palestina”. La profesora es Ibtissam Köhler, que tiene “raíces palestinas”, como destaca la escuela, pero que no conoce ni Israel ni los territorios ocupados, y que, por lo tanto, no sabe nada de trabajo social con jóvenes árabes.
Köhler –que, a pesar de haber accedido en principio, rehusó responder a las preguntas de Die Welt– no tiene ninguna cualificación acreditada, ya sea académica o de otra clase –mediante publicaciones o ejercicio profesional– como docente sobre la materia. Por lo visto, a la escuela no le importaba tanto el rigor científico como la orientación política, y esta era la correcta.
“La versión de una sociedad deshumanizada”
Consideremos brevemente los antecedentes: desde el año 2000, Hemda Bottenberg, que trabaja con comunidades judías de Israel y Alemania, impartía el seminario “Vida judía en Alemania e Israel” en la HAWK. Al parecer, para algunos el curso era demasiado proisraelí.
A partir de 2006 solo se permitía matricularse en él como parte de un mismo módulo junto con el seminario de Ibtissam Köhler. Al curso se le pueden reprochar muchas cosas, como por ejemplo que no aborda la situación social de los jóvenes árabes –las palabras clave serían patriarcado, carencias sexuales, homofobia, infracualificación, desempleo, violencia–, pero no que sea proisraelí.
Entre los temas de las clases indicados en el programa oficial del seminario se incluyen “La catástrofe palestina / La limpieza étnica en Palestina”, o “La primera y la segunda Intifada”, acompañados por los siguientes comentarios: “Los palestinos son tratados como si no fuesen seres humanos… A los palestinos se les trata como basura”; “El muro el apartheid israelí”, con aclaraciones como: “Este muro es un instrumento del terror”; “Comprender el conflicto de Oriente Próximo”, con la siguiente descripción de Israel: “Violencia militar creciente, suicidios, violencia sexual, militarización de la sociedad desde la etapa preescolar, abandono de los miembros más débiles de la sociedad y aumento de la violencia letal contra las mujeres israelíes. Esta es la versión local israelí de una sociedad deshumanizada”.
La escuela no responde a las advertencias
No son citas de la bibliografía utilizada; por supuesto, las obras críticas con Israel forman parte legítima de la bibliografía de un seminario como este. Son los objetivos docentes y de aprendizaje de la propia profesora, tal como fueron remitidos al decanato para el semestre de verano de 2016.
El auténtico escándalo es que la dirección de la escuela haya consentido durante años estas manifestaciones de odio, a pesar de que califican a Israel de “inhumano” y de que no malgastan ni una sola palabra sobre el terrorismo de Hamás y de otros grupos contra judíos y árabes, y no el hecho de que Köhler haga propaganda. Ella es rea por convicción, y eso hay que respetarlo.
Pero la escuela llevaba años recibiendo advertencias y no hizo nada. Hemda Bottenberg había protestado repetidas veces contra el seminario. Cuando se les pregunta al respecto, la directora Dienel y la decana Christa Paulini le quitan importancia presentándolo como un conflicto entre mujeres, es decir, algo así como una riña de gatas. Los alumnos se han quejado reiteradamente de la parcialidad de la profesora a la hora de evaluar. Sin embargo, solo a instancias de Die Welt la directora ha accedido a esa evaluación “haciendo uso de toda su autoridad”, según expresaba por escrito, y ha descubierto las observaciones críticas. Evidentemente, hasta ahora las quejas de los estudiantes se habían silenciado.
Los textos no son científicos, sino “subversivos”
Sí, vale. Algunos estudiantes se quejan siempre. Pero desde septiembre de 2015, es decir, desde hace 11 meses, obra en poder de la escuela un dictamen de la Fundación Amadeu Antonio sobre los materiales del seminario. Jan Riebe, autor del informe, constata, entre otras cosas, que “los textos no tratan –o lo hacen solo parcialmente– de la situación social de los jóvenes en los territorios palestinos”, el supuesto tema del curso. Según él, muchos textos no son científicos, sino “subversivos”. La mayoría “contravienen los principio científicos más elementales”.
Sobre uno de los textos, afirma: “En mi larga trayectoria de trabajo civil me he encontrado con semejante colección” de manifestaciones negativas sobre Israel “casi exclusivamente en los círculos nazis”. Un seminario así, afirma, es “incompatible con las bases democráticas de una escuela superior”.
Imaginemos que estas acusaciones se hubiesen formulado en otro contexto. Si, por ejemplo, se hubiese acusado a una profesora de ser homófoba, misógina, islamófoba o racista, y además en un grado solo visto “en círculos nazis”, cualquier escuela habría intervenido inmediatamente. A una profesora así se la habría sometido a un riguroso escrutinio sin pérdida de tiempo.
La comisión de ética no aprecia propaganda intolerable
Sin embargo, en Hildesheim no pasó nada. “Para mí estaba claro que el curso transmite una visión parcial de la política del Estado de Israel en los territorios ocupados”, declaraba Dienel a Die Welt. En su opinión, “no es lo ideal, pero sí es justificable”. Y Köhler pudo seguir dando su seminario en el semestre de verano con los mismos materiales e intentado demostrar que Israel es “inhumano”.
La comisión de ética de la escuela no creyó adecuado tomar postura hasta seis meses después de haber recibido el dictamen. Desde su punto de vista, no hay “ningún indicio de que se estén difundiendo contenidos antiisraelíes o antisemitas de manera inadmisible”.
Así que en Hildesheim, que entre los materiales docentes haya, por ejemplo, la impresión sin comentarios del artículo de un periodista sueco que hace ya tiempo se destapó como difamatorio, en el que se afirmaba que los israelíes secuestraban a jóvenes palestinos, los mataban y les extraían los órganos para usarlos ellos, se considera una forma admisible de difundir contenidos antiisraelíes o antisemitas.
Después de que la comisión de ética se pronunciase, Christiane Dienel, directora de la escuela, declaró que se sentía “triste y afectada” por el hecho de que se presentase una “imagen equivocada” de su centro. Aseguró que era una “auténtica amiga de Israel” y que había puesto a sus hijos “nombres judíos”. A saber qué tiene eso que ver con el tema.
Y algo más: según Dienel, hay quien “con la acusación totalmente injusta de antisemitismo” pretende “impedir que en nuestra escuela se expresen puntos de vista diferentes sobre este conflicto, que se proscriban los contenidos incómodos”.
Baja Sajonia reclama una toma de postura
Además, como reconoció a este periódico, la directora no había leído los materiales sospechosos hasta el miércoles de esta semana. En consecuencia, no podía saber si la acusación de antisemitismo era “totalmente injusta”. Pero es que, sobre todo, no era el único reproche. A él se añadían los de falta de rigor científico, parcialidad y rechazo a la crítica.
Una perla para apreciar como merece: en un seminario se demoniza a Israel y, cuando recibe una crítica, resulta que lo que pretende es evitar que “se expresen puntos de vista diferentes”.
Dienel no dice quién quiere que esto ocurra. Con Die Welt habló de “círculos notablemente influyentes”. Como es obvio, con ello se refería a los sospechosos habituales, ya que el Consejo Central de los Judíos se había dirigido al Ministerio de Educación competente, con sede en Hannover, a raíz del seminario y, al no recibir respuesta, encargó el informe, cosa que en realidad habría sido tarea del Ministerio.
Tras un segundo escrito del Consejo Central en el que se presentaba el informe, Gabriele Heinen-Kljajic, ministra de Ciencia de Baja Sajonia, de Los verdes, exigió a la escuela “un dictamen completo”. Eso ocurrió en enero de este año. Como ya se ha dicho, la escuela tardó seis meses en declarar, sin ninguna clase de prueba, que el Consejo Central pretendía restringir la libertad de cátedra y de investigación de la HAWK, en vista de lo cual el Consejo hizo público el asunto en su semanario. El resto es un desastre.
Un acto de censura como prueba de liberalismo
Efectivamente, el Consejo Central tiene mucha influencia. Y está bien que sea así, ya que durante años ni Hemda Bottenberg, que enfermó a causa de este asunto, ni los estudiantes críticos pudieron hacer nada contra la terrible tranquilidad de conciencia de la administración de la escuela. No somos antisemitas. Ponemos “nombres judíos” a nuestros hijos. Estamos en contra del racismo. Cuando presentamos a Israel como un Estado donde reina el apartheid que quita los órganos a jóvenes palestinos para trasplantárselos a judíos solo estamos defendiendo la libertad de cátedra.
Además, no se arredran si hay que tergiversar los hechos: los que lanzan sus críticas ignoran que “solo es posible matricularse” en el seminario de Köhl “en combinación con un seminario desde la perspectiva israelí”, aclaraba Dienel. En realidad, ocurre exactamente lo contrario. Desde 2006, solo era posible matricularse en el seminario de Bottenberg “La vida judía en Alemania e Israel” – que de ninguna manera abordaba el conflicto “desde el punto de vista israelí”, sino que más bien lo trataba en una sola sesión– en combinación con la visión antiisraelí de Ibtissam Köhler.
Presentar este acto de censura como una prueba de liberalismo y hacerlo como si en realidad existiese una perspectiva “palestina” y una “israelí”, que hiciese legítimo acusar al Estado judío de toda clase de actos inhumanos que imaginarse puedan, es precisamente parte del problema, y no su solución.
Sencillamente, se cambió de nombre al seminario
Y cuando, por fin, alguien consigue que sus críticas hagan mella, es solo porque “está emparentada con el Consejo Central”, como dice Paulini, la decana, bajando la voz en tono conspirativo. Se refiere a Rebecca Seidler. La reconocida experta en materia de vida judía en Alemania e Israel tendría que haber proseguido el seminario en sustitución de Hemda Bottenberg cuando esta cayó enferma.
Pero puesto que solo lo podía llevar a cabo en combinación con el seminario de Köhler, Seidler consultó los materiales de esta última y se horrorizó. Expuso sus reparos a Paulini, quien, sin embargo, no consideró que fuese necesario intervenir, y hasta hoy no se le ha demostrado ningún cargo más allá de los rumores de “parentesco”. Efectivamente, la madre de Rebecca Seidler forma parte de la dirección del Consejo Central, por fortuna.
Ahora el Ministerio va a pedir un nuevo informe, que difícilmente debería resultar distinto del primero. La directora ha encargado a RES Public Affairs, una agencia consultora en materia de comunicación, que se ocupe de la valoración externa del caso. El viernes la escuela hizo público que el seminario se había suspendido.
Pero no es vedad. Se le ha cambiado el nombre para evitar el desajuste entre el título y el contenido. Ahora se llama “Israel y Palestina: trasfondos históricos”. Qué tiene eso que ver con el mundo laboral de los trabajadores sociales alemanes, y por qué no se imparten seminarios sobre Siria, Turquía, Rusia o Ucrania, sigue siendo el secreto de la HAWK.
Pequeñas fábricas de odio encubiertas por la conciencia tranquila
El nuevo profesor es Rabih El Dick, nacido en Líbano, que hasta ahora no ha destacado como experto en este campo. “Los profesores contratados cobran 29,05 euros la hora. ¿Se imagina lo difícil que es encontrar buenos docentes en esas condiciones?”, pregunta Dienel.
De acuerdo. Pero eso no puede ser una razón para contratar a propagandistas. El Dick titula así su tema: “La OLP y Hamás: de la resistencia nacional a la resistencia religiosa”. Calificar al grupo terrorista islamista Hamás de “resistencia religiosa” no augura nada bueno.
No dedicaríamos tanta atención a esta pantomima de provincias si no tuviésemos la sensación de que tal vez se esté representando en toda Alemania. “Fábrica de odio” es una expresión dura. Pero esas pequeñas fábricas de odio existen en muchos lugares, ocultas por la conciencia tranquila y los prejuicios de las direcciones de las escuelas y de los ministerios. “¡Todavía es fecundo el vientre que parió el suceso inmundo!”.