José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Arrimadas reaparece con cara de tigre, a la desesperada. Desempolva su mejor repertorio en un alocado intento por aplazar lo inevitable
Asomar la cabeza en la semana grande de Isabel Díaz Ayuso no es asunto sencillo. Inés Arrimadas, en su desesperada lucha contra la extinción, lo ha logrado. Han sido leves chispazos, esporádicas apariciones en cuestiones principales con las que logró el objetivo deseado. Unos cuantos titulares, algún aplauso desangelado y una especie de breve resurrección tras una temporada entre tinieblas.
La líder de Ciudadanos llevaba tiempo desaparecida, casi escondida. Después del mazazo en las elecciones catalanas, el escenario de su antigua proeza, se había venido abajo, casi como un espectro evanescente. La pifia descomunal de la jugarreta murciana remató el colosal desbarajuste. Imposible escapar indemne tras semejante desbarajuste. Un disparatado empeño que pareció extremaunción.
Conmocionada y catatónica, le cedió los trastos en los comicios madrileños al fiel escudero Edmundo Bal, tipo valioso pero sin mayor relevancia que una oratoria a prueba de argumentos y una audacia consolidada en su ejemplar renuncia como abogado del Estado. Mientras, la líder naranja decidió seguir el consejo de Gracián, ‘vive bien quien bien se oculta’, y se sumergió en el rincón más recóndito del tablero. Menguaba el partido, asaeteado por las deserciones y la ofensiva del PP, dispuesto a engullirlo. Un Fran Hervías, antiguo hombre de Albert Rivera, cazaba a lazo, por encargo de Génova, a arribistas, diletantes, oportunistas y todo ese tipo de advenedizos que brujulean por las entrañas de los partidos.
Nadie, salvo Vidal-Quadras a Pujol, le ha arreado semejantes tundas a un ‘president’ como las que le dedicaba con saña e ingenio la dulce Inés al alienado Puigdemont
Superado el devastador trance de las urnas madrileñas, y asumida en parte la dimensión de la catástrofe, Inés Arrimadas ha vuelto a dar señales de vida. Ha recuperado en parte su tono primigenio, ha retornado a la primera línea, ha protagonizado varios episodios en estos últimos días que recuerdan a aquella heroína primigenia que se enfrentaba a los líderes xenófobos catalanes en el hemiciclo catalán. Nadie, salvo Vidal-Quadras a Pujol, le ha arreado semejantes tundas a un ‘president’ como las que le dedicaba con saña e ingenio la dulce Inés al alienado Puigdemont. Eran sesiones de antología, momentos estelares en el acontecer parlamentario del ‘petit país’ embustero y patológico.
Consejos necios, ambiciones desmesuradas y decisiones desacertadas consumaron el colosal error. Abandonar Cataluña fue el primero. Alinearse con la estrategia de Sánchez y su Frankenstein durante los terribles meses de la pandemia, el segundo. La factura ha resultado carísima. Cs está en los huesos al borde de la desaparición. Dos años tiene Arrimadas para intentar evitarlo. Tarea desesperada, misión imposible.
Estos días se han percibido señales de vida en esa organización inerme, en ese partido yacente. «Como un puñetazo de mármol que da la belleza al corazón, rápidamente al pasar», diría Cocteau. Un destello breve como un espasmo, fugaz como el rayo verde de Rohmer. Un espejismo de vida, un despertar del mortífero sopor. Parecía que Cs sigue vivo. Dio la impresión de que Arrimadas se mantiene en la lucha, arriesgada y decidida, como una atolondrada guerrera.
Ha logrado que el Tribunal de Cuentas abra una investigación sobre la financiación de Plus Ultra, la compañía aérea de los amigos de Maduro que recibió 52 millones de la SEPI en una iniciativa desbordada de sospechas
Ha protagonizado alguna agresiva contienda con el presidente, se las ha tenido con Carmen Calvo, ha renegado del alevoso Garamendi. Ha ofrecido su mejor repertorio, esto es, su vitriólico verbo y su descarada actitud. Cuando es mala, es la mejor. Ha logrado también que el Tribunal de Cuentas abra una investigación sobre la financiación de Plus Ultra, la compañía aérea de los amigos de Maduro que recibió 52 millones de la SEPI en una iniciativa desbordada de sospechas. «Esto huele muy mal», dijo Arrimadas a esRadio. Como una cochiquera sumergida en una ciénaga engullida por un pantano.
Ciudadanos, como toda la oposición democrática, ha perseguido con interés y eficacia este asunto, levantado informativamente por Vozpópuli. Lo ha llevado hasta Bruselas, lo ha aireado en el Congreso y ha luchado tenazmente para evitar el previsible carpetazo. La titular del juzgado número 15 de Madrid se mantiene firme pese a las imaginables presiones. El PP se personó como acusación popular y Vox ha interpuesto denuncia ante el Supremo contra el Gobierno y la SEPI. ‘Las derechas’, que diría Lastra, aquí avanzan en la misma dirección.
Vanamente intenta Arrimadas enmendar antiguos errores. Acudió a Colón II para corregir su ausencia en Colón I. Mantiene activa su agenda, recorre geografías, multiplica entrevistas, concurre a actos. Incluso a veces, sonríe. No escucha los requiebros de Casado pese a que las encuestas la sentencian. Ciudadanos fue la última oportunidad de armar un partido bisagra que decidiera mayorías y arrojara a los nacionalistas al desván de los horrores. Rivera se estrelló contra su propio ego y Arrimadas se inhumó en su arrogante desdén. «A todos, la vida les da todo pero la mayor parte lo ignora». Borges.
-Pudimos ser tan felices.
-Sí, ¿no es hermoso pensarlo?
El diálogo de Hemingway resume el sueño frustrado de Ciudadanos y su malbaratado papel en la desesperada función de la democracia española. Arrimadas se esfuerza en un postrero y desesperado intento pero todo aquello que pudo ser, se ha evaporado, como el humo de una guerra de antaño.