LIBERTAD DIGITAL 10/04/17
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
· Si queremos buscar remedio, hay que reconocer la triste realidad española. Hoy, todo lo que hay es lo que fue. Y de todo lo que fue, apenas queda nada
El siniestro espectáculo de los Coros y Danzas de la ETA, que ha humillado a todos los españoles, empezando por sus centenares de víctimas mortales, continuando por las decenas de miles de heridos, amenazados y chantajeados y terminando por los cientos de miles de desterrados del País Vasco, es el fruto de un proceso de dieciséis años, que, si no se frena y, la verdad, no parece que nadie tenga la intención de hacerlo, ni tan siquiera de intentarlo, va a continuar hasta la demolición del Estado nacional español.
La complacencia de la Derecha en el Gobierno y la complicidad de la izquierda en el Poder -gracias al aplastante dominio mediático que le ha entregado el Gobierno del PP- no es de ahora. Pero si los más jóvenes se preguntan cómo hemos caído tan bajo, cómo los medios se vuelcan en la mascarada de los terroristas, cómo el PSOE, el PNV y Podemos aplauden a la ETA por sobrevivir y presumir de no matar, pero sí de seguir humillando a sus víctimas y burlándose de la Policía y la Guardia Civil, que les habían derrotado hace dieciocho años, los que hemos vivido y denunciado en vano todos los pasos que nos han conducido a este precipicio, debemos recordar y recordárselos a los culpables de un delito de lesa patria y de lesa libertad.
Todo empezó con un artículo de Cebrián
En el año 2000, con Aznar instalado en la mayoría absoluta y el PSOE del recién nacido Zapatero en la Oposición, Rubalcaba redactó un Prefacio al «Pacto por las libertades y contra el terrorismo» así de claro:
«El Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, decididos a reforzar su unidad para hacer plenamente efectivas las libertades y acabar con el terrorismo, entienden que es su responsabilidad ante la sociedad española adoptar el siguiente Acuerdo:
El retorno de ETA a la violencia terrorista, tras el cese temporal anunciado en Septiembre de 1998, ha puesto dramáticamente en evidencia la situación en el País Vasco. Con ello, ha quedado también de manifiesto el fracaso de la estrategia promovida por el PNV y por EA, que abandonaron el Pacto de Ajuria Enea para, de acuerdo con ETA y EH, poner un precio político al abandono de la violencia. Ese precio consistía en la imposición de la autodeterminación para llegar a la independencia del País Vasco.
La estrategia de ETA no puede ser más evidente: tratan de generalizar el miedo para conseguir que los ciudadanos y las instituciones desistan de sus principios, ideas y derechos y así alcanzar sus objetivos que, por minoritarios, excluyentes y xenófobos, no lograrían abrirse camino jamás con las reglas de la democracia.
El abandono definitivo, mediante ruptura formal, del Pacto de Estella y de los organismos creados por éste, por parte de ambos partidos, PNV y EA, constituye una condición evidente y necesaria para la reincorporación de estas fuerzas políticas al marco de unidad de los partidos democráticos para combatir el terrorismo. La recuperación plena de esa unidad para luchar contra el terrorismo debe llevarse a cabo en torno a la Constitución y el Estatuto de Guernica, espacio de encuentro de la gran mayoría de los ciudadanos vascos.
Asimismo, la ruptura del Pacto de Estella y el abandono de sus organismos constituye, para el Partido Popular y el Partido Socialista, un requisito imprescindible para alcanzar cualquier acuerdo político o pacto institucional con el Partido Nacionalista Vasco y Eusko Alkartasuna.
Desde el acuerdo en el diagnóstico y en las consecuencias políticas que del mismo se derivan, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español queremos hacer explícita, ante el pueblo español, nuestra firme resolución de derrotar la estrategia terrorista, utilizando para ello todos los medios que el Estado de Derecho pone a nuestra disposición.
Queremos, también, reforzar nuestra unidad para defender el derecho de los vascos, el de todos los españoles, a vivir en paz y en libertad en cualquier lugar de nuestro país.»
Este texto marca no sólo el máximo punto de alianza de las entonces grandes fuerzas constitucionales sino el abandono por parte del PSOE de su estrategia de sumisión al PNV (EA era sólo la rama de Garaicoechea) que, tras el asesinato de Miguel Angel Blanco y las gigantescas movilizaciones populares se apresuró a acudir en ayuda de la banda asesina firmando el pacto de Estella, respaldado de inmediato por Pujol –aliado de González- y el resto del corrupto nacionalismo catalán en la Declaración de Barcelona.
Junto a la rebelión de la sociedad civil vasca, el pacto PP-PSOE dio alas a la configuración de una alternativa antiterrorista y antinacionalista que en 2001 estuvo cerca de ganar las elecciones. No lo consiguió porque la ETA apoyó al PNV, su aliado de Estella, en feudos electorales clave y vendió la victoria peneuvista frente al PP y el PSOE, que hubieran ganado de compartir lista, como el triunfo de todo el nacionalismo contra España.
Que lo hiciera la ETA era normal. Que lo disfrutara el PNV, más unido a la ETA que nunca, también. Lo sorprendente fue que el día siguiente a las elecciones, Juan Luis Cebrián (con Polanco y González) escribiera el artículo más infecto y tramposo de su larga carrera, El discurso del método, cuya terrible eficacia explica la mascarada de ayer, siempre respaldada por El País, órgano de Soraya y Rajoy… contra el PP.
En este fétido artículo ataca a Savater sin nombrarlo, oculta que fue el PSOE el que pidió firmar el Pacto Antiterrorista, presenta a Aznar como un monstruo nacionalista español que ha pretendido romper la paz felipista del «ir tirando» con el PNV (y CiU) a la que hay que volver de inmediato. Y para agilizarlo, El País liquidó a Redondo Terreros y unció a Zapatero a una estrategia de asalto a la Moncloa desde la calle, aliándose con todos los extremismos comunistas y nacionalistas. Del «Nunca mais» (dirigido por Manuel Rivas, la típica estrella de Prisa que se apaga a los cinco años) a la Guerra de Irak, pasando por las municipales, se desarrolla la estrategia cada vez más violenta de «cordón sanitario» contra un partido con mayoría absoluta en las Cortes y que culmina en el cerco a las sedes del PP en toda España, coordinado por la SER, durante la Jornada de reflexión del 13M.
Zapatero reabre la guerra civil y pacta con la ETA
La manipulación del 11M desde la misma noche de la masacre por el PSOE, con aplastante cobertura mediática, convenció a la base del PP de que ZP estaba pagando el «llegar a la Moncloa en los trenes de Cercanías». De hecho, los cuatro pasos fundamentales de su Gobierno son:
- Romper con los USA y crear con Turquía la Alianza de Civilizaciones, vieja idea iraní. Contando con el respaldo de PRISA.
- Ofrecer al separatismo catalán la liquidación del Estado Español y su régimen constitucional mediante un nuevo Estatuto de Autonomía que reconociera la soberanía nacional catalana y liquidara la española. Cuando el Estatuto embarranca, ZP llama a Mas a Moncloa y en una noche de café y nicotina, lo convence para pactar con el PSC que había denunciado el 3%. Tuvo el respaldo de PRISA, cuyos locales les alquilaba un Pujol Ferrusola.
- Revivir a la ETA, que estaba policialmente destruida y no había podido matar a nadie durante el último año de Aznar, para ofrecerle, con Eguiguren como interlocutor de Josu Ternera, un pacto que cancelaría la ilegalización por el Supremo de Batasuna y las fachadas electorales de la banda. ZP dijo: «eso lo arregla el Constitucional», y mediante una sentencia escandalosamente ilegal, eso hizo la mayoría izquierdista y nacionalista. Tuvo siempre, en línea con el artículo de Cebrián, respaldado por Felipe González en el libro El futuro no es lo que era, el apoyo de El País, que desde entonces ha encargado la información del llamado «proceso de paz» a un publicista del diario proetarra Egin. (Para el día a día del proceso, ver mis libros España y libertad y Más España y más libertad).
Contra las gigantescas movilizaciones que, con el altavoz de la COPE, El Mundo y Libertad Digital se desarrollaron contra el pacto con la ETA en la primera legislatura de ZP, PRISA, secundada por los medios nacionalistas y el ABC vocentino de Zarzalejos, emprendió una campaña de denigración personal contra los que, con el PP desparecido por el trauma del 11M, las impulsamos. Campaña que culminó en el juicio a lo moscovita de Gallardón, las cloacas del 11M, Cebrián y Zarzalejos contra mí, amén de la creación del CAC, amenazas de bomba, y una campaña abyecta de La Vanguardia que determinaron mi salida de la COPE y la milagrosa fundación de esRadio. (El relato completo, en mi libro El Linchamiento). - Liquidar el Espíritu de la Transición reabriendo la Guerra Civil a través de la llamada Ley de Memoria Histórica, firmada por Campechano pese a deslegitimar el régimen Constitucional del 78, reinventar la Leyenda Rosa de la II República y presentar a la derecha política como heredera genética e ideológica del franquismo.
Hay que volver a citar aquí el libro El futuro no es lo que era (y el pasado, mucho menos). Lo firma con Felipe González, trece años en el Gobierno atribuyéndose el mérito de la Transición y el fin de la guerra civil, un tal Cebrián, jefe de informativos de TVE con Arias Navarro, aún en la dictadura. Y cabe recordar el último discurso de Polanco contra el PP acusándole de franquista y guerracivilista, es decir, de ser lo que había sido y de provocar lo que PRISA estaba provocando. A esa tarea dedican lo mejor de su escaso pero populoso talento los empleados de Cebrián, que marcan la pauta de las televisiones podemitas de Soraya, Montoro y Rajoy.
La ETA cabe en Expaña, el PP y España, sobran
El blanqueo de ETA y la humillación de sus víctimas sólo pueden entenderse dentro de la estrategia alumbrada por Cebrián en 2001 y seguida por Zapatero y Podemos hasta hoy. Luego vino la denuncia en 2007 por parte de Rubalcaba, consejero editorial de PRISA, del Pacto Antiterrorista cuyo prefacio había escrito el propio Rubalcaba. Y la infame sentencia del Tribunal Constitucional, arrogándose la función de Tribunal Supremo del Supremo para legalizar la fachada electoral etarra. Pero todo obedece al diseño de Cebrián y González de destruir la España que, con la mayoría absoluta de Aznar en 2000, parecía prósperamente asentada en el «concierto de las naciones».
Lo están consiguiendo, con la imprescindible ayuda de Rajoy. Para destruir la Transición había que destruir la Nación. Para ello, convenía deshacer el Estado. E imponer por una temporada, el tiempo de un ejercicio de PRISORAYA, esa Expaña en la que cabe la ETA y sobran sus víctimas, para liquidar aquella España que vertebraba el PP, es preciso hacer la Ruptura de la Reforma, de la Democracia pactada por la UCD y el PCE. En ello están los escribas de la secta cebrianita, con la tinta en metálico y el secante televisivo que les facilita el llamado Gobierno de la antiguamente llamada España, presidido por el antaño conocido como Partido Popular. Nunca un personaje tan intelectualmente mediocre como Cebrián logró semejante destrozo.
Pero si queremos buscar remedio, hay que reconocer la triste realidad española. Hoy, todo lo que hay es lo que fue. Y de todo lo que fue, apenas queda nada.