ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC
- Como buen gurú capaz de llevar a su grey incluso al suicidio, Sánchez habla y el rebaño obedece
Lo que reflejan las encuestas es que el PSOE ha dejado de ser una formación política al uso para transformarse en un movimiento emocional de ideología variable en función de las circunstancias, desvinculado de cualquier coherencia y uncido al arbitrio caprichoso de un caudillo cada vez más endiosado. Pedro Sánchez ha convertido su partido en una secta dedicada a rendir culto al líder y lo ha hecho con la anuencia de sus votantes, que no le abandonan a pesar de sus constantes patadas a todo aquello que él dice representar y ellos creen defender. Lo cual resultaría digno de admiración hacia su persona y habilidades, si no fuera porque su propósito es perpetuarse en el poder a costa de destruir el legado que recibió. Cuando pasen los años y se estudie este período infausto de nuestra historia, los llamados a interpretar la información de nuestro tiempo tendrán problemas para comprender este fenómeno sin precedentes.
Como buen gurú capaz de llevar a su grey incluso al suicidio, Sánchez habla y el rebaño obedece al unísono. Ha logrado congregar a su alrededor a una masa de acólitos incondicionales, dispuestos a comprar, sin el menor espíritu crítico, sus consignas maniqueas, sus mensajes populistas, sus sermones sin derecho a réplica. Les ha persuadido de que ellos encarnan el bien y los demás servimos al mal, siempre y en todo lugar. ¿Que su esposa es sorprendida en actuaciones documentadas que apestan a tráfico de influencias? Fango. ¿Que los indicios desvelados por la prensa e investigados por la justicia apuntan a lo que él mismo consideraba corrupción cuando los implicados eran de otras siglas? Bulos. ¿Que su hermano se enriquece a ojos vista sin una causa justificada y se instala en Portugal para evitar pagar impuestos con los que financiar la educación y la sanidad, según el mantra oficial de la casa? Silencio administrativo. ¿Que toca ciscarse en la cacareada igualdad para colmar de privilegios a los separatistas de quienes depende su poltrona, hasta el punto de pedirles perdón por impedir que consumaran su golpe de Estado? Convivencia. ¿Que la aritmética parlamentaria obliga a convertir en socios a los representantes de una banda terrorista con los que se había comprometido a no pactar jamás? Cambio de opinión.
En buena lógica, semejante cúmulo de traiciones a la palabra dada y comprometida en el programa deberían suponer un coste altísimo en sufragios, especialmente en una formación que se considera la guardiana de las esencias democráticas. Pero el ideario socialista se ha transformado en un credo variable en función de los intereses del ser supremo sanchista, que los adeptos han de asumir sin discusión, so pena de sentirse huérfanos. De ahí que sigan creyéndose los adalides del feminismo mientras apoyan de facto a los violadores de Hamás. Una secta en toda regla, que resiste atrincherada en sus dogmas.