- Lo ocurrido ayer implica un nuevo nivel de degradación de la política española. En una estructura vertical de mando, como lo es la Fiscalía, cuando se está investigando al número uno del escalafón ¿Qué credibilidad puede tener la actuación que en ese caso tenga uno de sus subordinados?
Durante casi medio siglo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1990, en el mundo académico de la política internacional y en el del espionaje, había unos especialistas conocidos como los kremlinólogos. Estos eran los que, ante la falta de información de las autoridades comunistas soviéticas, intentaban descifrar las luchas de poder y las interioridades del Comité Central mediante gestos, movimientos y la ubicación de los políticos en el Muro del Kremlin durante los desfiles del Ejército Rojo. Si iban más o menos abrigados, cuánto les habían alejado o acercado a la figura del secretario general, si llevaban sombrero, si lucían nuevas condecoraciones…
Yo creo que ante la opacidad del sanchismo se hace imprescindible la creación de algo similar. Quizá podríamos llamarlo los ‘sanchólogos’. Porque, aunque Sánchez habla mucho más que Leonidas Brezhnev, y pese a que la portavoz del PSOE es infinitamente más locuaz de lo que nunca lo fue ningún portavoz del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, más que nada, porque nunca hubo uno, hay que reconocer que la calidad y cantidad de información que transmiten es casi la misma. Más que nada porque el 99 por ciento de lo que nos cuenta el Gobierno es mentira.
Así, el primer trabajo para los ‘sanchólogos’ se lo traigo hecho de casa. Cuando los miércoles el presidente del Gobierno sale corriendo en cuanto termina de contestar las tres preguntas que se le hacen en la sesión de control al Gobierno —lo de ‘contestar’ es una forma de hablar claro— es que hay problemas en la cocina. Un día te anuncian que se toma cinco días para ‘reflexionar’, otro salta la noticia de que el Tribunal Supremo imputa al fiscal general del Estado por un delito de revelación de secretos del novio de Isabel Díaz Ayuso… Nunca es por tener urgencia para ir a los lavabos.
Lo ocurrido ayer implica un nuevo nivel de degradación de la política española. En una estructura vertical de mando, como lo es la Fiscalía, cuando se está investigando al número uno del escalafón ¿Qué credibilidad puede tener la actuación que en ese caso tenga uno de sus subordinados?
El propio García Ortiz ha reconocido en una nota de Prensa que es la primera vez que ocurre algo así. Algo tan grave, aunque él no ha empleado ese término. Pero no es menos grave que él lo reconozca. No se ha puesto la venda antes de hacerse la herida. Su herida chorrea sangre.
Es posible que una imputación al fiscal general del Estado no necesariamente debiera llevar su desalojo del cargo. Supongamos que otra persona en la posición de García Ortiz tuviera un accidente de coche en el que matase a otro conductor y se le acusara de homicidio involuntario. Se podría argumentar que el delito que se le imputa es completamente ajeno a su actividad como fiscal general del Estado. Y, objetivamente, sería cierto. Pero la actual acusación por parte del Tribunal Supremo afecta directamente a su actividad como fiscal general del Estado. El Supremo investiga, por unanimidad, si ha ejercido su cargo delictivamente. Y él sostiene que lo mejor para la Fiscalía es que continúe en el cargo.
La impudicia de este Gobierno no tiene límites.