CONXA RODRÍGUEZ- El Mundo
La autora resume la visión histórica sobre las tensiones entre Cataluña y el resto de España de tres grandes estudiosos británicos del hispanismo, John Elliott, Paul Preston y Felipe Fernández-Armesto.
UN GRUPO DE estudiantes de la London School of Economics and Political Science (LSE) ha organizado para este mes de febrero un ciclo de debates sobre la relación entre España y Cataluña bajo cuatro ángulos: las raíces históricas, las salidas al conflicto, la economía y la autodeterminación. Como quien busca el sentido de la vida, intentan arrojar luz en un oscuro agujero. Para analizar los precedentes históricos tuvieron el atino (o desacierto) de invitar a una servidora a moderar una mesa en la que reunieron a los santos pilares del Hispanismo (John Elliott, Paul Preston y Felipe Fernández–Armesto) en Reino Unido.
El debate estuvo precedido de un intercambio de correos entre la moderadora y las primeras espadas de la academia para acordar cuándo colocábamos las raíces del nacionalismo, que ha llegado al punto de máxima confrontación. Opté por prescindir de Wifredo el Velloso (865-897), a quien los independentistas gustan de mitificar como el padre de la patria. El profesor Elliott sugirió arrancar en el siglo XV con la unión de las coronas de Castilla y Aragón a través de la boda de Isabel y Fernando y pararnos en la rebelión de Els Segadors de 1640 y en la derrota de 1714 para adentrarnos en la Renaixença de finales del siglo XIX.
El profesor Preston adujo que se sentía más cómodo hablando del siglo XX y final del XIX, y prefería parar ahí su moviola. Fernández-Armesto no puso objeción. De las varias listas de preguntas que habían circulado, no sabía cuál era, finalmente, la que tocaba preguntar. Ellos, más experimentados que yo en estos quehaceres, tenían respuestas concisas a mis sintetizadas pesquisas con lo cual fluyeron las argumentaciones sin que se oyera ni un bostezo.
A tenor de Elliott, profesor emérito de Oxford, «la boda de Isabel y Fernando en 1469 constituyó la formación de una monarquía compuesta, frecuente en la época, dentro de ellas pervivían sistemas semi autónomos, con tensiones, pero con diferentes identidades e instituciones». Las tensiones entre Cataluña y España estallaron en 1640 con la rebelión de Els Segadors, tema que ha generado un himno oficioso y que Fernández-Armesto aprovechó para comparar con Flor de Escocia, otro cántico oficioso.
«La rebelión de 1640 es el momento más crítico que atraviesa la monarquía compuesta; en Cataluña Pau Claris dirige la Generalitat y, por varias razones, se rebela contra Felipe IV aliándose con Francia, tienen una república independiente durante una semana, y en 1652 todo vuelve a la corona española y al statu quo previo», explicó añadiendo que «los catalanes hicieron una elección fatal en 1714 al apoyar en la Guerra de Sucesión al archiduque Carlos de Austria, y ahí sí que lo perdieron todo con el Decreto de Nueva Planta de Felipe V tras la capitulación de Barcelona».
No es la primera vez que Elliott dice que los políticos catalanes «manipulan y tergiversan el pasado, con lo que han generado una victimización que perdura desde 1714 hasta hoy». El profesor está poniendo el último toque a un libro comparativo entre Escocia y Cataluña desde la Edad Media hasta la irrupción de Carles Puigdemont en la política catalana. Bajo este prisma comparativo y europeo sitúa Elliott los vaivenes de Cataluña y España.
Carles Puigdemont, auto exiliado en Bruselas, tendrá mucho o poco que ver con sus antecesores de la Edad Media, pero sí está más cercano a los del siglo XIX, al movimiento carlista que se rindió en 1849 en Amer (Gerona), a corta distancia de la Pastelería Puigdemont tal como traté en estas mismas páginas en septiembre pasado (Del carlismo al separatismo catalán). Y puestos a saltar de siglo en siglo, otra pregunta a los santos pilares fue la siguiente: «¿Cuándo surge el nacionalismo catalán actual?». Sorpresa, sorpresa…
Paul Preston argumenta que el nacionalismo moderno nació el día 13 de septiembre de 1923 con el golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, al que los catalanes tildaron de «la única dulzura en muchos años de amargura». Pero cuando Primo de Rivera llega a Madrid, al cabo de tres días, se revela como un político centralista. «A partir de ahí emerge un catalanismo de izquierdas con Acció Catalana y Esquerra Republicana de Catalunya que llega a 1931 con otros elementos como Cuba, la ley de Jurisdicciones y la Semana Trágica», explicó Preston. En su opinión, hasta 1923 la Lliga Regionalista o Foment del Treball forman un catalanismo burgués y cultural que depende de Madrid para su protección. «Es un catalanismo que no amenaza a Madrid», apostilló Preston como el rasgo diferencial entre el nacionalismo cultural y el político.
Con la aparición de ERC ya tenemos en la cronología a uno de los protagonistas de hoy. A Oriol Junqueras, líder de ERC, prisionero en la cárcel de Estremera, no le dejan ir a misa en el centro penitenciario. El histórico partido independentista ha contado con un 8% del voto desde 1977. Son los independentistas de siempre. Lo que no puede decirse de la ex CDC, de Jordi Pujol, (refundada en Junts pel Sí, PDeCat y Junts per Catalunya en una metamorfosis destinada a deshacerse de la corrupción que anidó en las instituciones catalanas). Independentistas católicos de siempre y reconvertidos hacen piña con los anticlericales y anti sistema de CUP en la causa común para la que suman el 47% de los votos y 70 de los 135 escaños del Parlamento catalán.
Para Preston el momento actual es «una conjura de necios» porque ninguna de las partes se aviene a la negociación. «Visto desde fuera el encarcelamiento de políticos y las acciones policiales del 1-O son un escándalo», dice Preston. Aún así, según Elliott, «es ridículo comparar los métodos actuales con los del Franco». El trío de espadas coincidió en que el reto catalán es la mayor prueba de fuego que atraviesa la democracia española, incluido el tejerazo. Y coincidió también en que superará la crisis por el «milagro» que se creó con la Transición. Fernández–Armesto asegura que la Transición es un «tesoro demasiado preciado para dejarlo rodar».
Conxa Rodríguez es periodista. Autora de Ramón Cabrera, a l’exili y Piano a cuatro manos.