Francesc de Carreras-El Confidencial

  • Todo Gobierno débil genera un Estado débil. En los últimos años, al menos desde 2016, España ha dado serias muestras de debilidad por su inestabilidad política

Celebrar un referéndum no era fácil, entre otras razones porque no había ni censo, más o menos como el 1 de octubre de 2017 en Cataluña, pero los hechos consumados, con el beneplácito de Estados Unidos y Francia, hicieron el resto: Marruecos se anexionó el Sáhara Occidental tras ser ocupado por ‘gente de paz’ que prescindía del derecho, de nuevo como en Cataluña. Pero una larga manifestación de marroquíes fue descendiendo hacia la frontera sur con Mauritania de forma alegre, festiva, de buen rollo, como se dice ahora, con ramas quizá de olivo y de otros vegetales de tonos verdes, además de muchas canciones. En fin, un ejército armado de pacifistas… Algo así como los 11 de septiembre en Cataluña.

Pues bien, 46 años después, Marruecos todavía sigue ocupando ‘ilegalmente’ el Sáhara Occidental, simplemente le falta el reconocimiento de la ONU. ¿Cuándo llegará? Cuando de nuevo haya posibilidades de imponer la «fuerza normativa de los hechos», una vieja expresión de realismo jurídico que invoca con frecuencia Miguel Herrero de Miñón. ¿Cuándo se darán estas posibilidades? Cuando en España el Estado sea débil. ¿Estamos en ese momento? 

Recordemos el caso de Perejil, un islote muy cercano a la costa marroquí, pero de soberanía española. En 2002, fue ocupado de improviso por las fuerzas armadas marroquíes. España respondió y las desalojó inmediatamente. Eran tiempos de Aznar y la prensa más frívola de izquierdas se lo tomó a chirigota. Yo no lo tenía claro, francamente.

Un par de años o tres después estuve un Melilla para dar unas clases. Allí tuve encuentros varios con españoles de la ciudad implicados en política, alguno viejo amigo y colaborador de Fernández Ordóñez cuando fue ministro de Exteriores en los gobiernos de Felipe González. Todos, con razones bien argumentadas, sostenían que Perejil era una trampa y menos mal que el Gobierno español no cayó en ella. Era el paso previo para la anexión de Ceuta y Melilla e integrar definitivamente el Sáhara Occidental en Marruecos. Suerte que España, en esta prueba, se había mostrado como un Estado fuerte, que se hacía respetar. Se me abrieron los ojos y aprendí mucho.

Todo Gobierno débil genera un Estado débil. En los últimos años, al menos desde 2016, España ha dado serias muestras de debilidad por su inestabilidad política: cinco elecciones en cinco años y pico, más una moción de censura triunfante que cambió la composición del Gobierno como un calcetín. A ello se ha unido una visible erosión del modelo constitucional, por muchas razones, pero especialmente por una: Cataluña.

Efectivamente, en Cataluña, desde hace muchos años, no se respetan las leyes, sus gobernantes autonómicos no lo esconden sino que alardean de ello. Es decir, para ser claro: el Estado central, en una comunidad autónoma, no es capaz de garantizar a los ciudadanos que serán gobernados por leyes, sino que abandona esta función para que sean gobernados por hombres. Allí no rigen las leyes válidas y vigentes, ni tampoco las sentencias, sino, en lo que les interesa, la libre voluntad de gobernantes autonómicos. Allí gobiernan los hombres. Por tanto, en una parte del territorio español, el Estado de derecho no existe. Solo por eso, el Estado ya muestra una gran debilidad. 

Pero hay más, el partido independentista que más votos ha obtenido en las últimas elecciones autonómicas está dispuesto a formar Gobierno con otros dos partidos, también independentistas, que lo primero que propondrán al Gobierno español es establecer una mesa de diálogo y un indulto para sus dirigentes presos. A nadie le cabe la menor duda de que el Gobierno del Estado aceptará estas condiciones, porque del apoyo independentista depende su subsistencia. Más debilidad, imposible.

Además, Podemos, un partido que forma parte del Gobierno, propone el derecho de autodeterminación para el Sáhara —lo mismo que la ONU hasta ahora, por lo menos—, pero también propone lo mismo para Cataluña. Este mismo partido tiene sus raíces ideológicas en el populismo venezolano y de otras partes de América, lo cual debe complacer extraordinariamente a EEUU, protector de Marruecos. 

Y otra cuestión: un ministro español, no precisamente de Podemos sino secretario de Organización del PSOE, en secreto, se entrevistó, parece que en Barajas, con Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, por motivos todavía no explicados. Por razones judiciales, ella no podía pisar el territorio de la Unión Europea sin ser detenida. Los europeos tienen memoria.

Podríamos añadir algunas razones más para señalar la debilidad del Estado español. ¿Las fuerzas armadas están preparadas para defender la seguridad nacional o solo para misiones humanitarias en lejanos países? ¿Por qué Biden no ha hablado todavía con Sánchez? ¿Es que no quiere tratar temas conflictivos como el del Sáhara Occidental?

La anécdota del líder polisario atendido en un hospital de Logroño —que muestra los escasos conocimientos de diplomacia de la ministra de Exteriores— es una mera excusa, quizás una trampa tendida por los servicios secretos marroquíes, tan eficaces. La gravedad del momento viene de la debilidad del Estado, consecuencia de la debilidad de un Gobierno sin soportes parlamentarios sólidos y coherentes.

Como casi dice el refrán, «a Estado débil, todo son pulgas». En Marruecos, se habla mucho español…