Estaba claro que iba a pasar. A la vista de cómo evolucionó la inflación en el año pasado -con una primera mitad moderada y otra segunda embravecida-, las negociaciones salariales van a ser un campo de minas. En primer lugar por la referencia a utilizar como elemento de base para proceder a las actualizaciones. Históricamente se han usado tanto la inflación pasada como la previsión de la futura, con todo tipo de medias por el camino. Ahora, la referencia se convierte en un elemento complicadísimo por las diferencias que afloran. Obviamente no es lo mismo tomar como referencia la inflación pasada -en este caso el índice a diciembre se situó en el 6,5%- que hacerlo con la futura, que vaya usted a saber en qué nivel se sitúa; o con la media de los últimos 12 meses.
El resultado será muy diferente. Empiezan ya los ejemplos: las pensiones subirán un 2,5% o un 3% porque usan como referencia la media del último año, mientras que Mercadona ha roto el tablero al ofrecer un 6,5% de subida para todos sus empleados. La referencia es cuestionable. Por un lado, es importante porque hablamos del primer empleador del país; por otro, la inmensa mayoría de los salarios que abona se sitúa en la banda baja del mercado, dado el tipo de trabajo que realiza. En cualquier caso, se utilizará como ejemplo por doquier. No lo dude.
Inmediatamente surgen las preguntas. ¿Se conformarán los pensionistas, gente aguerrida y decidida, con la actualización de sus pensiones con el índice legal, que tan solo alcanza a la mitad del real? ¿Podrán pagar todas las empresas unas subidas del tipo Mercadona sin comprometer su viabilidad, en un momento de tanta presión de costes que reducen los márgenes con severidad?
Lo ideal es que haya subidas importantes -eso nadie lo discute-, siempre que se soporten sobre ganancias de productividad, también importantes. Así todo el mundo gana. ¿Estamos en esa situación? Lo siento, pero no. Ni de lejos. Repase un par de datos importantes: hemos recuperado el número de cotizantes a la Seguridad Social, pero estamos todavía un 6% por debajo del PIB precovid. Eso quiere decir que hacemos menos con los mismos, lo que equivale a decir que la productividad de la economía española ha bajado mucho, hasta situarnos en los puestos de cola a nivel europeo. No se olvide de que el sector público ha creado el 53% de los nuevos empleos.
Así que, ¿es momento de subir los salarios, cuando se producen graves tensiones en los márgenes, con productividades a la baja? ¿Aceptarán los trabajadores pérdidas de poder adquisitivo del tamaño que se plantean? La respuesta a ambas preguntas me parece que será negativa. ¿Entonces? Pues entonces, otro lío a la vista a añadir a la larga lista de los que ya están sobre la mesa.