ABC – 12/02/16 – CARLOS HERRERA
· Los titiriteros han precipitado algo que algunos llevan cociendo en interiores desde hace algún tiempo.
El hecho de que un par de imbéciles escriban un panfleto anarcoide en forma de teatro de guiñol no tiene tanta importancia. España –y otros países– está llena de rincones lúgubres y mohosos repletos de individuos «alternativos» representando estupideces. El problema, como todos sabemos, es que individuos como los mentados sean contratados por el Ayuntamiento de la capital para amenizar el carnaval a grandes y pequeños.
Que los titiriteros en cuestión apuñalen monjas y ahorquen jueces en locales de okupas no pasa de ser una más de las «performances» que los radicales de la nada ofician en esta España de pandereta. Que lo hagan en un parque repleto de niños y padres, mediante la convocatoria de una concejalía, entra dentro del apartado psiquiátrico de la gestión municipal. Pero no vengo aquí a manosear de nuevo un asunto que lleva ya rolando una semana y que ha volcado buenos litros de tinta. Vengo a por otra cosa.
¿Cuánto tiempo falta para que se considere la situación penal de los presos de ETA un asunto a debatir? El hecho de que destacados políticos de emergencia reciente hayan polemizado acerca de la libertad de expresión –y el derecho a juguetear con el nombre de ETA– invita a considerar que el debate sobre el futuro de ese colectivo encarcelado está a dos calles vista. Los titiriteros, de hecho, han precipitado algo que algunos llevan cociendo en interiores desde hace algún tiempo, pero que por prudencia escénica han preferido guardar hasta momentos más apropiados: propiciar la excarcelación de etarras.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, sin ir más lejos, ha dado soporte a pancartas que jugueteaban con el nombre de ETA, de la misma forma que miembros de IU o de Podemos han lamentado la «represión» sufrida por este par de desgraciados después de haber hecho apología del terrorismo. Es el previo a considerar, una vez tomado el poder, el cambio de consideración hacia el colectivo de individuos que ha sometido al país a décadas de sufrimiento y sangre. No habrá de pasar mucho tiempo antes de que la extrema izquierda que el PSOE ha aupado al poder municipal –de momento– considere a los presos de ETA como una rémora que impide el desarrollo de la democracia adanista que han traído como buena nueva para suerte de todos los españoles. La extrema izquierda siempre ha coqueteado con el léxico etarra.
Los asesinos son «activistas», la banda de criminales es un «movimiento político» y la actividad terrorista es la «lucha armada». Eso no hace falta esperar para oírlo: ya se está utilizando por gente como la alcaldesa Carmena. El siguiente paso es considerar que la ETA fue un instrumento útil para la consecución de la democracia en España, argumento que algunos siempre manejan de forma absolutamente perversa. El último es, una vez conseguido el poder, proceder a la revisión de los expedientes, considerar que ya han purgado suficiente y promover una «reconciliación» mediante su excarcelación, ya que la Justicia no puede ser venganza y tal y tal. Han censurado mucho al ministro del Interior, Fernández Díaz, por decir que el entorno etarra –que existe, y tiene representación parlamentaria– prefiere un gobierno en el que ande por medio Podemos que uno del Partido Popular, cuando lo que ha dicho tiene todo el sentido del mundo.
Si yo fuera un convicto de la ETA daría botes de alegría si llegara al gobierno gente que cree que decir «Gora ETA» es un derecho artístico –y lo aplaude encantado– en lugar de gente que piensa todo lo contrario. Los primeros acabarán con la dispersión y terminarán procediendo a mi excarcelación. Los segundos me mantendrán dispersado. Pongo en marcha el cronómetro para ver qué tarda en desperezarse el monstruo. La señal de salida la han dado un par de idiotas. Permanezcan atentos.
ABC – 12/02/16 – CARLOS HERRERA