Editorial-El Correo

  • La guadaña de Junts para segar la legislatura pone en peligro a Sánchez, que debe priorizar la estabilidad frente al desgaste de Puigdemont y el PP

Los protagonistas de la legislatura parecen instalados en un equivocado ‘cuanto peor’ para sus rivales, ‘mejor’ para sus intereses. Junts ha sacado la guadaña tras dos años de agitada convivencia con Pedro Sánchez con el fin de segar el mandato, al no ver cumplidas sus elevadas expectativas de lograr más cesiones del Gobierno, algunas de carácter personalista como la amnistía para Carles Puigdemont. Pero el intento de bloqueo que conlleva enmendar «todas las leyes españolas» pendientes también es una muestra de la frustración de los posconvergentes. Por un lado, ante la imposibilidad de nuevas concesiones tras haber sometido con sus siete escaños al Estado de Derecho a una tensión sin precedentes. Por otro, al evidente temor electoral a quedar difuminados por al avance de la extrema derecha independentista en Cataluña, representada por Alianza Catalana. Parece improbable que los de Puigdemont apliquen su deslealtad con Sánchez en una moción de censura que les ataría al PP y Vox. En su caso, el golpe en la mesa no es garantía para terminar con el exilio en Waterloo y, mucho menos, para un eventual regreso de sus siglas a la Generalitat que ahora lidera el socialista Salvador Illa.

Pese a la ruptura, la legislatura sigue adelante, zarandeada por una sucesión de acontecimientos con la fuerza suficiente para hacer tambalear a Sánchez y desgastar la democracia: el funeral por las víctimas de la dana, entre muestras de una indignación social que ha dado la puntilla a Carlos Mazón; el interrogatorio en el Senado sobre el ‘caso Koldo’, del que el presidente y líder del PSOE salió «encantado» tras parapetarse en un reiterado «no me consta» para sortear el espinoso camino judicial que afecta a su entorno político y familiar; el insólito juicio al fiscal general; y el escándalo que sitúa a José Luis Ábalos en el banquillo por el cobro de mordidas en la venta de mascarillas durante la pandemia, en una trama por la que asoma también el ministro Ángel Víctor Torres.

Pese a superar aparentemente el test de estrés, se equivocaría Sánchez si se da por satisfecho porque las instituciones no van a salir tan indemnes como él del trance. Puede pensar que ‘cuanto peor, mejor’ para él mientras Puigdemont se consume en Bélgica y el PP se ve arrastrado a una crisis en Valencia con Vox al timón. No debería ser un consuelo cuando su obligación prioritaria es dotar de estabilidad a un mandato que inexorablemente se agota. Y resistir así, sin un revulsivo, puede ser peor para el conjunto del país.